Mucho se espera de los hijos mayores, lo saben,
¿verdad? Pero cuando eres la hija mayor de los Vartfilet (comerciantes,
ambiciosos, competitivos y cairhieninos), el asunto se vuelve aún peor. Desde
pequeña intentó criárseme en el gran juego, en historia, matemáticas, economía,
en cómo sacar lo que los de extramuros no tenían… Pero a mí, a mí me llamaban
la atención las batallas, los rumores de falsos dragones, la vida al aire
libre, y no podía imaginarme rigiendo la tienda de papá toda mi vida, o
casándome con un comerciante que la llevara en mi lugar ¡Eso peor! Nadie
tendría que decirme qué hacer, que decir, cómo decirlo para que se crea esto o
aquello… nadie.
Mis padres decían que lo soportaría porque, de lo
contrario, mi hermana Goraime heredaría la tienda en mi lugar y yo tendría que
empezar todo desde cero, que ese privilegio me pertenecía a mí por ser la
mayor. Y yo… Y yo envidiaba la suerte de Goraime: su libertad, sus estudios más
relajados, sus clases a elección.
Sin embargo no todo era tan malo. Mi nodriza (mi
madre estaba demasiado ocupada en la tienda y fingiendo ser noble), opinaba que
me exigían mucho. Y con un poco de intriga aprendida en Cairhien, y con su
experiencia en el uso de la daga adquirida en Saldaea, su país natal, decía que
haría de mí una guerrera oculta. También me atiborraba de pasteles cuando yo
quisiera, y me compraba todos los vestidos y trajes de montar que se me
ocurrieran. La excusa era que siempre debía presentárseme bien en sociedad.
Todo era perfecto, con mi nodriza de mi lado creía
que podría soportarlo. Hasta que un día llegó mi padre diciendo: “pequeña, tus
deseos se han cumplido. Ya no necesitas seguir con la tienda de la familia. Vas
a casarte con un joven de una casa noble menor, y con ello meterás a la familia
al fin a la nobleza. Tu hermana tomará tus clases a partir de ahora, y tú… tú
recibirás otras lecciones que no sabía que necesitarías.
“Ese noble vino de casualidad a la tienda una vez en
que practicabas con tu madre, te vio, y comenzó a negociar tu mano –como si yo
fuera un objeto, pensé-, no pongas esa cara, Arhelyn, ya verás que todo será
maravilloso”.
Me sentí morir: eso pondría fin a todas mis
ambiciones. Ambiciones que existían, deseaba poder, pero al filo de mi daga;
deseaba fama, pero por mi pericia en la batalla; deseaba lujo, ¡pero el que yo
ganara!
Agobiada y preocupada esa noche me acosté y me costó
conciliar el sueño. Al hacerlo, soñé algo que parecía muy real… estaba en un
lugar con una cama enorme y mullida, tapices rosa y muebles caoba con adornos
de plata reluciente, era mi habitación, extrañamente iluminada sin velas aunque
fuera de noche. Pero mi daga favorita, mi símbolo de poder y riqueza se
transformaba en la silueta de la cara de un noble cairhienino que decía: “amada
mía, soy tu perdición, tu oscuro y tus renegados… y si no me obedeces perecerás
bajo mi mano”.
Sentí miedo, la daga se vino en contra de mí, que
siempre la empuñé… Y me pinchó en la mano derecha sacándome sangre. Debía hacer
algo…, algo que me libere de la nobleza impuesta, de las obligaciones
familiares, de la intriga de mis padres… de todo eso… si pudiera saltar… si mi
necesidad me llevara a otro lado… Si mi necesidad…
De pronto me encontré ante una torre blanca, alta e
imponente, de hechura ogier. Los había visto en Cairhien cuando aún reconstruían
las torres interminables; había hablado con ellos también, una tarde en que no
tenía clases, mejor dicho que me escapé de clases, y ellos me contaron de
muchas obras que habían construido para ellos, muchas obras maravillosas y las
arboledas que las acompañaban. Esa torre solo encajaba con un lugar: tar Valon
y la Torre Blanca.
Pero
¿Tar Valon? ¿Qué habría en Tar Valon para mí? ¿Qué podría yo necesitar?
¿Necesitar algo de tar Valon? En un abrir y cerrar de ojos me encontré en un
lugar con un arco retorcido, y me vi a mí misma tomando un chal verde.
La
impresión me despertó y descubrí que en mi mano derecha había un pinchazo
ensangrentado. Y el sueño, y la torre, y la urgencia de escapar se hicieron más
reales. Me puse a pensar sobre los ajah… Había visto en la Gran biblioteca un
libro que hablaba de ellos. Me levanté y esperé que la biblioteca abriera para
consultarlo.
Una
vez dentro y con el libro en mis manos, descubrí que había un ajah verde
relacionado con las batallas y con enfrentar al oscuro. Las Aes Sedai… Las
creadoras del gran juego… Las Aes Sedai del Ajah verde, las guerreras por
excelencia… ¿Seré capaz de encauzar el poder? ¿Qué pierdo con probarlo? ¿E iré
detrás de un sueño que lastima? Bueno, si no puedo encauzar, al menos podré
saber qué significa eso. Las Aes Sedai lo saben todo, y tal vez pueda ser una
de ellas.
Con
esto en mente llegué a casa, dispuesta a empezar una nueva vida. Dije a mi
sirvienta que me iría de viaje con papá a Tear, que debía prepararme
provisiones y todo como si viajara sola, que en eso consistiría la siguiente
prueba. Y cuando todo estuvo listo partí, no dije adiós a nadie, volvería a
verlos algún día, seguro. Solo dejé una nota en el ajuar de novia que mi madre
estaba adaptando para mí. No tardarían en verla, pero para ese entonces, yo ya
estaría lejos… muy lejos, donde nadie pueda decidir por mí, donde la nobleza no
pueda alcanzarme, donde sea dueña de mí, donde el oro no siga a los
comerciantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario