sábado, 26 de noviembre de 2016

De Linelle. Una vieja preocupación.


Linelle se humedeció los labios y se acercó un poco más al tejido. Alisó un negro hilo de cera y lo vio combatir contra el orificio de una cuenta de plata.
El viento iba barriendo el polvo de la ladera.  Las montañas de la niebla, o "la fumadora" como le llamaba ella, exhalaban la humedad matinal que hacía llorar a las ventanas. Solía salir por las mañanas a sentarse en su escritorio de trabajo y dejarse mimar por esa frescura. El sol estaba tan dulce.
- ¿Te ayudo con eso? - Preguntó su nieto mayor. Abel se quitó el gorro y caminó hacia Linelle pateando los yuyos crecidos. Con un té humeante en la mano se acercó a la mesa de trabajo y se lo tendió a la mujer.
- ¿Eso es para mí? - Linelle empujó, suave pero vistosamente, el té que ella misma se había preparado para hacer lugar al que traía Abel.
- ¿Te molesta que intente ayudarte? Me preocupas. - Abel había suavizado la voz para demostrar empatía, a la vez que intentaba mantener el tono de voz bajo para que ella no lo tomara como una discusión. ¿por qué no dejarían todos de intentar adivinar lo que pensaba?.
- No hay de qué preocuparse. Vuelve a la cama. - forzó una sonrisa. - Es madrugada aún. El sol apenas asoma. Todavía puedes ganar algo de descanso.
- Te haré un poco de compañía. - Sin esperar confirmación, Abel acercó una mecedora y se sentó a un lado de su abuela. - ¿Qué haces?
- Intento - El tono sonó más agrio de lo que pretendía.- no perder la cuenta y terminar este emblema. - Linelle volvió a concentrarse en la bolita de plata. El hilo, ya saliendo del otro lado del orificio, se encontró con otros, rojos y plateados. Contó dos nudos y tomó un nuevo color. Dos nudos más y la siguiente cuenta de plata. Sus dedos alejaron el tejido y pudo ver cómo las estrellas plateadas sobre el llano rojizo diagramaban la bandera de Ghealdan.
- Pensé que podías venir a vivir conmigo y con Shiana. Creo que te vendría bien despejar la cabeza.
Tal como lo predijo, la conversación mutó rápidamente de tejido hacia la mudanza.
Linelle dejó el emblema, visiblemente enojada, y apoyó las manos sobre la mesa de madera. Levantó la vista y dejó que el azul del cielo la serenara.
- Abel, como siga despertándome una hora más temprano cada día para poder concentrarme y tu hagas lo mismo terminaré tejiendo a la hora de la cena.
- Necesitas hablar. Tienes que transitar los sentimientos.- Se empecinó en decir él. Como si realmente comprendiera lo que pasaba por su cabeza.
- El cuerpo de Varic volvió al entramado. Probablemente sus hilos se han entrelazado con los hilos de otras maravillosas personas y quién sabe si no se encuentra ya formando parte de una nueva vida. Varic está tan vivo como lo ha estado siempre. En mi mente, y con algunas habilidades disminuidas. Claro que no se queja porque la comida esté demasiado caliente. Ni batalla conmigo por la escoba a la hora de limpiar el polvo. Por el resto, está tan cerca mío que puedo sentirlo. No hay de qué hablar. Ya no quiero hablar de ello tampoco. Y ahora, si me disculpas, ¡tengo que terminar este emblema que le traigo prometido hace años!.
Abel dio media vuelta y se fue ofuscado. Linelle le habló al tejido: "No logro discernir si se enoja más porque no puede aceptar tu muerte o si más le pesa que no vaya a hacerle de ayudante de cocina ahora que ha dejado embarazada a la mujer".
El primer cambio de actitud lo había notado hacía ya veinte años, cuando su hijo finalmente tomó sus cosas y se fue a hacer feliz a su mujer en su propio hogar. Varic no se había preocupado, por supuesto que no. Él no confundiría ese cambio y adaptación por una debilidad. Los hijos crecen y se van. Tan cierto como que al día lo sucede la noche. Tan cierto como que Varic aun la oía y asentía con el pensamiento.
Cuando su hijo se hubo mudado todos se afanaban por ir a visitarla a diario. Eso incluía esperar una cena, una sonrisa materna y un dulce saludo desde la puerta de entrada. Luego volteaba para ver el caos en que había quedado la casa. Varic estaba allí encorvado intentando levantar las porquerías que los niños dejaban tiradas. Ella le pasaba por un lado, acariciando su espalda, para seguir camino hacia los trastos sucios. "Si éste es el esfuerzo que hacen para que no suframos su partida..." Nunca se enojaba por los hechos. El "hecho" en aquel momento era suciedad y desorden. Sabía que las intenciones de las personas raramente eran malas. El hombre hace cosas malas no por el placer de ser malas sino porque le reporta un beneficio y no miden el perjuicio si éste recae sobre otros. Si una frase fuese estandarte, esa sería el suyo.
Eventualmente la familia logró un nuevo equilibrio. Linelle había contribuido a su desarrollo guardándose tan poco para sí como le parecía conveniente. Si bien sus hijos y nietos se habían alejado, era cierto que las pocas veces que se veían era siempre tiempo de calidad.
Disfrutaba de ese equilibrio, hasta que lógicamente nuevos acontecimientos desestabilizaban la rutina. Para colmo Varic había muerto. No es que no supiera que ocurriría tarde o temprano, pero no la había ayudado a preparar a los niños. Y ahora tenía que soportar que la trataran como una minusválida emocional. Que la hicieran perder tiempo en pensar si los equivocados eran ellos o no. ¡Claro que ellos son los equivocados!
Sintió que el efecto que tenía en ella era el contrario. Cuando su nieto se despertaba preocupado en las madrugadas sólo le estaba demostrando que él mismo no soportaba la falta física de Varic. Cuando su mujer la invitaba a vivir unos días a su casa creía que ponerla a limpiar y cocinar la distraería de pensar en Varic. Pero si él era de las pocas cosas que la hacían sentir plenamente feliz. No le quitarían a su marido. Nadie podía manipular su mente para que le olvide. Y si no estaban dispuestos a aceptar que su duelo fuera un duelo sano y sin estallidos de llantos o desperdicios innecesarios de energía. Entonces era lógico que no la conocían.
Miró a la fumadora y sintió una caricia de complicidad. Lógico que no la conocieran. Con sólo pensar en uno o dos importantes secretos que había celado de casi todos salvo de su querido Varic, se le puso la carne de gallina.

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