Cierro los ojos y no puedo evitar
ver todo aquello que presencié.
ha pasado poco tiempo, pero sé
que lo recordaré por siempre.
Quizá el escribirlo me permita
dejarlo atrás.
Los hechos fueron de la siguiente
forma:
Tras mi casi fallida misión en
Altara,
me encontraba ansiosa de regresar
a descansar un tiempo
en mi residencia en Caemlyn.
Debido a que mis anteriores
misiones habían supuesto
un considerable desgaste de
energía,
busqué la tranquilidad de un
camino alejado de las vías principales.
En un comienzo, aunque más
tardado, esto resultó, y
poco a poco fui cubriendo
distancia, encontrándome
de vez en vez con pueblos
pequeños
y olvidados, donde conseguía
aprovisionarme.
No obstante, al llegar a un
pequeño paso olvidado entre las montañas,
que conocía gracias a informes de
uno de los exploradores a mi mando,
divisé lo que parecía un pueblo
con relativa
actividad, al menos por sus
dimensiones,
que eran mayores a las usuales en
los otros pueblos
que había encontrado en mi
camino.
Un tanto cansada, me encaminé
hacia el lugar y,
con sorpresa me vi abordada por
el alcalde del pueblo,
que con ademanes bruscos
y no sin poca agresividad,
me convino a permanecer allí
no más de lo estrictamente
necesario y,
largarme del lugar antes del
crepúsculo.
No es que no lo tomara en serio,
pero
mi naturaleza despreocupada ante
las normas que considere
absurdas me hizo quitarle
importancia sus palabras y,
tras algunos minutos comprando lo
necesario, me
decidí a descansar un momento.
Me fue muy difícil conseguir un
lugar donde hacerlo,
ya que nadie quería alquilarme
una habitación.
Finalmente, en una granja, tras
ofrecer un poco de oro,
si, (la naturaleza de las
personas nunca cambia)
Conseguí tras múltiples
y reiteradas objeciones, y las
más
recurrentes referencias a que tan solo podría permanecer ahí hasta
poco después de entrada la tarde.
Tras tomar una ducha,
me propuse descansar un rato,
para dejar el poblado
antes de la noche.
No era que me importara que me lo
hubieran pedido,
pero la gente me producía
incomodidad.
Al cruzarme con ellos me
daba cuenta que sus miradas hacia
mí
estaban cargadas de cierta
tristeza,
envidia, algo de resentimiento.
Además los rostros de los
pueblerinos
parecían cargados de un pesar que
no se puede expresar
con palabras, como si estuvieran
inmersos en una monotonía
que quitaba la parte dulce de la
vida.
Con la idea de dormir apenas un
par de horas, me encontré despertando
en la oscuridad, con unos fuertes
golpes
llamando a mi puerta.
Con algo de impaciencia, me
dispuse a abrir,
y fue entonces cuando supe que
algo no estaba bien.
solo mi rápida reacción y
agilidad me salvaron.
EN el umbral se encontraba el
granjero, sosteniendo en
sus manos la cabeza de un niño.
Me di cuenta que era aquello con
lo que había estado golpeando
mi puerta, e intentó abalanzarse
sobre mí.
Tras esquivar su posterior
ataque,
hice un rápido lanzamiento de una
de mis dagas, y el hombre se desplomó, muerto.
Pero en el umbral ya aparecía el
resto de la familia,
con los rostros contraídos por un
rictus que nunca en mi vida había
visto en una persona.
Parecían carentes de rasocinio,
la mirada desenfocada,
y los cuerpos llenos de heridas
con sangre goteante.
He de admitir que la grotesca
escena me sacudió, y no
me sentí capaz de enfrentarlo.
Tras tomar lo poco que pude, salté
por la ventana y
logré ponerme en pie rápidamente.
El pueblo estaba lleno de gritos.
Comencé a correr, en busca de
algo,
alguien que estuviera
indemne de esa locura compartida,
Alguna persona aún cuerda.
Pero todo estaba mal.
Los lugareños peleaban entre sí,
sin orden ni concierto, se
arañaban,
mordían, y golpeaban
a sus semejantes al tiempo que
escupían espuma sanguinolenta
de sus bocas.
Algunos ni me veían siquiera,
ocupados en dar muerte a los
otros pobladores.
Pero no todos, y me vi obligada a
utilizar
cada parte de mi destreza para
sobrevivir porque,
aunque sin ninguna directriz
real,
la ingente cantidad de lugareños
que se echaban sobre mí
sería fatal.
Sabía que no podía continuar así,
así que antes
de llegar a mis últimas energías,
opté por arrojarme al agua e ir
corriente abajo.
Trastabillando, logré llegar al
camino en la montaña,
y pude al fin evaluar mis daños.
Había sufrido múltiples heridas,
aunque, gracias a mi increíble
destreza, ninguna
de consideración.
Pero lo que más me perturbaba
eran las imágenes
constantes de enconados ataques
sangrientos entre
gente que parecía simple y
sencillamente
tranquila.
¿Qué ocurriría?
Guardo estas notas para presentar
este
informe entre los otros mandos
de la Compañía.
Definitivamente algo ocurre aquí.
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