Era una noche fría y nublada en el Mar de las Tormentas cuando Gavvlan
divisó una bandera blanca con bordes azules y un dorado halcón. Sin duda eran
los temibles Seanchan. Tenían velas extrañas y varias torres. En su cubierta
había dos mujeres de aspecto misterioso y unos hombres que vestían cascos en
forma de cabeza de insecto custodiándolas. Intentamos escapar de ellos lo más
rápido que pudimos, y por ello sacrificamos nuestra valiosa carga, aun así nos
alcanzaron. De pronto llegaron unas oscuras nubes de las que surgieron unos
rayos que golpearon el balandro violentamente. Intentamos eludir los rayos pero
todo fue en vano. Uno de los rayos abrió una vía de agua y partió el mástil.
Al partirse, los cabos se soltaron
enredando a mi padre y arrastrándolo hacia el fondo del mar. Sin pensarlo cogí
mi cuchillo y lanzándome al agua lo liberé. Ya en la superficie nos dimos
cuenta de que el navío estaba hundiéndose y nos agarramos a un trozo de mástil.
¡Por fin algo de suerte! los rayos habían cesado y una niebla surgió
ocultandonos de su cruel mirada. Al no ver supervivientes se marcharon. No
recuerdo bien cómo llegamos pero al amanecer estábamos tirados en una playa. En
las montañas nos atacó un jabalí que abatimos con gran esfuerzo y cuya carne
nos ayudó a recuperar fuerzas. Después de unas horas caminando llegamos a la
posada ……. y allí nos encontramos con la señora ……. . Nuestras caras debían
reflejar la angustia y terror sufridos por lo que la amable dama nos ofreció
comida y ropajes que aceptamos agradecidos.
Esta es la historia del naufragio del balandro de mi padre y el comienzo de nuestra aventura.
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