«¡Naves a la
Vista!», fue el grito del contramaestre a las seis de la mañana con los
primeros rayos de sol.
Tiempo atrás
habíamos recibido las noticias del desastre en Falme, de cómo los Seanchan
habían sido casi derrotados pero en su fin por subsanar aquellas heridas comenzaron
a conquistar las tierras que nos pertenecían. Las primeras islas en caer fueron
las Aile Dashar. Algunos de los sobrevivientes buscaron refugio en nuestro
archipiélago y contaban las historias de como sobrevivieron a la represión de
los invasores, desde entonces nos preparábamos constantemente en combate, cada
gota de sudor y de esfuerzo se dejaron en las cubiertas, las detectoras más
fuertes en el poder evolucionaban a grandes pasos. Aunque somos un pueblo
pacífico nos negábamos a dar pleitesía a los Seanchan, teníamos que estar
preparados, esa era la orden.
El grito del
contramaestre me despertó, exaltado tomé mis armas, y me enfoqué mentalmente en
lo que sucedería, todo aquel que no podía luchar comenzó a ser evacuado de las
islas y de los navíos, entre ellos nuestros niños y ancianos. Era cierto:
nuestras peores pesadillas se hacían realidad y con ellos sangre y muerte a su
paso. No había opción, debíamos pelear.
Me presenté
en cubierta, sujete mis lanzas de la correa a mi espalda, las dagas en el fajín
y las espadas a la cadera cruzándolas por debajo de las lanzas. Mis hermanos,
mis compañeros, mi familia, todos reunidos, los navíos abandonaban los diques
de cada Clan, los Shodein y los Rossaine
fueron los primeros en salir seguidos de nosotros, los Takana y Catelar, los
demás venían tras nosotros. Todos esperábamos defender lo que nos pertenecía,
en mi corazón y en mi mente nacía la esperanza de la victoria, nunca había
visto aquella mirada de convicción y de furia en los ojos de cada integrante de
este barco, el Ala del Mar iba a la batalla.
Los navíos
enemigos se encontraban tan cerca, que la única posibilidad de que los demás
huyesen y quedaran libres de este combate era quedarse, seguramente se acogieron
al amparo de la noche, la oscuridad les dio la ventaja de no ser vistos hasta
que el amanecer descubrió su macabro plan, pues entonces la batalla en nuestras
mentes ya se estaba librando y no habían más opciones que tomar, nos miramos
todos en cubierta y sin decir una palabra sentíamos que ya habíamos dicho todo.
El Ala del
Mar avanzaba y el sonido de este a toda vela cortando las aguas que nos
rodeaban, entonces nuestra navegante alza la voz y brinda el mensaje que
cualquier marino desearía oír, su mensaje motivacional suena fuerte y su voz
imponente – El viento está a nuestro favor, es todo lo que necesitamos – era
cierto, soplaban con fuerza y nos llevaban a gran velocidad, el roció mojaba mi
cara pero no dejaba de prestar atención a lo que decía Itzuam, cada una de sus
palabras fortalecían mi corazón, lo llenaban de coraje.
Entonces el
momento tan esperado llegó. Casi podía ver sus rostros a través de la armadura,
apretaba mis puños y mis músculos se tensaban prestos al combate, las
detectoras preparaban el clima, y los nubarrones cargados con la furia del
pueblo que yace tras el mar de las tormentas comenzaban a hacerse notar, la
lluvia incesante.
Itzuam grita
‘ATAQUEN!’
Las
detectoras fueron las primeras en lanzar sus ataques, los relámpagos caían con
violencia cortando los cielos hasta llegar a los navíos enemigos, ellos
respondían con la misma fuerza, bolas de fuegos surcaban los cielos hasta
impactar contra nuestros barcos, el sonido de las explosiones y el crujido de
la madera, el olor a madera quemada, todo pasaba en cuestión de segundos,
entonces el contramaestre da la orden: «¡ABORDEN!». Era mi turno, tomé la
cuerda del mástil mayor y me lancé en dirección hacia el barco enemigo, justo
detrás de Uktag, el maestro de Espadas del barco, mi padre… Caímos en cubierta
y lanzamos un ataque directo, el sonido del metal con metal, los escudos, todo
lo viví tan rápido con el cuerpo funcionando a más de lo que podía. No me había
sentido así nunca, veía el filo de mis espadas con la sangre del enemigo mientras
cortaba las carnes de sus cuerpos. Entonces fue cuando todo comenzó a ir mal,
escuché a mi padre gritar mi nombre, y mientras me empujaba hacia el borde del
barco, él recibía el impacto de una flecha justo en el corazón. Vi como las
fuerzas de su cuerpo mermaban con velocidad mientras se desplomaba lentamente
en la cubierta del barco enemigo, no había tiempo para llorar ni lamentarse,
mire atrás viendo como el Mar de las Tormentas reclamaba los vestigios del Ala
del Mar. Era obvio, ya no había vuelta, la lluvia limpiaba mis lágrimas
mientras la ira se apoderaba de mí, ataqué con más fuerza, mis lanzas volaron
en dirección hacia mis enemigos, aun quedábamos marinos en pie, la lucha era
difícil, pero no desistiríamos de la idea de vivir libres, porque eso éramos: un
pueblo libre. De pronto un rayo golpeó fuerte el mástil mayor destrozándolo,
partiendo el barco en dos, lo último que escuche, fue una explosión y sentir
como mi cuerpo era lanzado al mar con agresividad, la corriente me arrastró y
al despertar estaba en uno de los barcos que llevaba a los ancianos de nuestra
isla. Miré y estábamos demasiado lejos como para siquiera percibir en el
perímetro de mis ojos si aún continuaba la batalla. Me paré en la popa del
barco y me di el tiempo de llorar a mi familia, era el último de los Tragad
hasta el momento con vida, los refugiados en su mayoría decidieron quedar en
las islas de Qaim. Yo personalmente vine hasta aquí, buscando refugio en el
clan Takana de la Isla de Tremalking, y así fue como llegue hasta aquí
Una joven de
piel morena y cabello oscuro se acerca a Quadei y le ofrece agua de una
cantimplora y unas frutas.
Quadei la
mira y dice ‘muchísimas gracias’
Una joven
pregunta ‘¿Cuál es tu nombre?’
Quadei dice ‘Soy
Quadei, y tú?’
Una joven
sonríe agradablemente y dice ‘mi nombre es Dannahieri’…
Continuará…
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