domingo, 30 de abril de 2017

De Quadei. Por favor.




«¡Naves a la Vista!», fue el grito del contramaestre a las seis de la mañana con los primeros rayos de sol.
Tiempo atrás habíamos recibido las noticias del desastre en Falme, de cómo los Seanchan habían sido casi derrotados pero en su fin por subsanar aquellas heridas comenzaron a conquistar las tierras que nos pertenecían. Las primeras islas en caer fueron las Aile Dashar. Algunos de los sobrevivientes buscaron refugio en nuestro archipiélago y contaban las historias de como sobrevivieron a la represión de los invasores, desde entonces nos preparábamos constantemente en combate, cada gota de sudor y de esfuerzo se dejaron en las cubiertas, las detectoras más fuertes en el poder evolucionaban a grandes pasos. Aunque somos un pueblo pacífico nos negábamos a dar pleitesía a los Seanchan, teníamos que estar preparados, esa era la orden.
El grito del contramaestre me despertó, exaltado tomé mis armas, y me enfoqué mentalmente en lo que sucedería, todo aquel que no podía luchar comenzó a ser evacuado de las islas y de los navíos, entre ellos nuestros niños y ancianos. Era cierto: nuestras peores pesadillas se hacían realidad y con ellos sangre y muerte a su paso. No había opción, debíamos pelear.
Me presenté en cubierta, sujete mis lanzas de la correa a mi espalda, las dagas en el fajín y las espadas a la cadera cruzándolas por debajo de las lanzas. Mis hermanos, mis compañeros, mi familia, todos reunidos, los navíos abandonaban los diques de cada Clan, los Shodein y  los Rossaine fueron los primeros en salir seguidos de nosotros, los Takana y Catelar, los demás venían tras nosotros. Todos esperábamos defender lo que nos pertenecía, en mi corazón y en mi mente nacía la esperanza de la victoria, nunca había visto aquella mirada de convicción y de furia en los ojos de cada integrante de este barco, el Ala del Mar iba a la batalla.
Los navíos enemigos se encontraban tan cerca, que la única posibilidad de que los demás huyesen y quedaran libres de este combate era quedarse, seguramente se acogieron al amparo de la noche, la oscuridad les dio la ventaja de no ser vistos hasta que el amanecer descubrió su macabro plan, pues entonces la batalla en nuestras mentes ya se estaba librando y no habían más opciones que tomar, nos miramos todos en cubierta y sin decir una palabra sentíamos que ya habíamos dicho todo.
El Ala del Mar avanzaba y el sonido de este a toda vela cortando las aguas que nos rodeaban, entonces nuestra navegante alza la voz y brinda el mensaje que cualquier marino desearía oír, su mensaje motivacional suena fuerte y su voz imponente – El viento está a nuestro favor, es todo lo que necesitamos – era cierto, soplaban con fuerza y nos llevaban a gran velocidad, el roció mojaba mi cara pero no dejaba de prestar atención a lo que decía Itzuam, cada una de sus palabras fortalecían mi corazón, lo llenaban de coraje. 
Entonces el momento tan esperado llegó. Casi podía ver sus rostros a través de la armadura, apretaba mis puños y mis músculos se tensaban prestos al combate, las detectoras preparaban el clima, y los nubarrones cargados con la furia del pueblo que yace tras el mar de las tormentas comenzaban a hacerse notar, la lluvia incesante.

Itzuam grita ‘ATAQUEN!’

Las detectoras fueron las primeras en lanzar sus ataques, los relámpagos caían con violencia cortando los cielos hasta llegar a los navíos enemigos, ellos respondían con la misma fuerza, bolas de fuegos surcaban los cielos hasta impactar contra nuestros barcos, el sonido de las explosiones y el crujido de la madera, el olor a madera quemada, todo pasaba en cuestión de segundos, entonces el contramaestre da la orden: «¡ABORDEN!». Era mi turno, tomé la cuerda del mástil mayor y me lancé en dirección hacia el barco enemigo, justo detrás de Uktag, el maestro de Espadas del barco, mi padre… Caímos en cubierta y lanzamos un ataque directo, el sonido del metal con metal, los escudos, todo lo viví tan rápido con el cuerpo funcionando a más de lo que podía. No me había sentido así nunca, veía el filo de mis espadas con la sangre del enemigo mientras cortaba las carnes de sus cuerpos. Entonces fue cuando todo comenzó a ir mal, escuché a mi padre gritar mi nombre, y mientras me empujaba hacia el borde del barco, él recibía el impacto de una flecha justo en el corazón. Vi como las fuerzas de su cuerpo mermaban con velocidad mientras se desplomaba lentamente en la cubierta del barco enemigo, no había tiempo para llorar ni lamentarse, mire atrás viendo como el Mar de las Tormentas reclamaba los vestigios del Ala del Mar. Era obvio, ya no había vuelta, la lluvia limpiaba mis lágrimas mientras la ira se apoderaba de mí, ataqué con más fuerza, mis lanzas volaron en dirección hacia mis enemigos, aun quedábamos marinos en pie, la lucha era difícil, pero no desistiríamos de la idea de vivir libres, porque eso éramos: un pueblo libre. De pronto un rayo golpeó fuerte el mástil mayor destrozándolo, partiendo el barco en dos, lo último que escuche, fue una explosión y sentir como mi cuerpo era lanzado al mar con agresividad, la corriente me arrastró y al despertar estaba en uno de los barcos que llevaba a los ancianos de nuestra isla. Miré y estábamos demasiado lejos como para siquiera percibir en el perímetro de mis ojos si aún continuaba la batalla. Me paré en la popa del barco y me di el tiempo de llorar a mi familia, era el último de los Tragad hasta el momento con vida, los refugiados en su mayoría decidieron quedar en las islas de Qaim. Yo personalmente vine hasta aquí, buscando refugio en el clan Takana de la Isla de Tremalking, y así fue como llegue hasta aquí

Una joven de piel morena y cabello oscuro se acerca a Quadei y le ofrece agua de una cantimplora y unas frutas.

Quadei la mira y dice ‘muchísimas gracias’

Una joven pregunta ‘¿Cuál es tu nombre?’

Quadei dice ‘Soy Quadei, y tú?’

Una joven sonríe agradablemente y dice ‘mi nombre es Dannahieri’…

Continuará…

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