Estaba más que agotada de
tanto cabalgar y esconderme tras mi tempestiva huida hacia la libertad. Al
final había decidido empezar mi viaje por la Puerta de Caemlyn, ya que por la
Puerta de Jangai debería cruzar el río y, puesto que no sé nadar, dejaría
pistas a mi padre sobre mi paradero. A mi padre y ¿quién sabe si al noble que
me pretendía? La luz sabe que esos nobles engreídos no aceptan un no por
respuesta, y que no era que yo les estuviera diciendo que no exactamente… A
saber cómo se tomaría el muy maldito mi huida en el gran juego: tal vez creería
que me las daba de interesante, creería que querría exigirle algo más, que
quería que fuera un héroe, demostrar valentía…
Así que cabalgué de noche por entre los bosques,
ocultándome entre sus altos y tupidos árboles y guiada por la luz de la Luna.
Tardé dos semanas completas de temor porque me encuentren en cruzar el dichoso
bosque hasta llegar a Maerone, y un día en recorrer la ciudad. Y ahí… ¡Zas,
Otro río a mi encuentro! ¡No tenía idea que debía pasar por otro bendito río!
Talvez lo hubiera sabido si hubiera prestado más atención a la frontera entre
Cairhien y Andor; pero, francamente, en esos momentos me daba igual estudiar un
mapa que no iba a recorrer, y cuando miré el recorrido que debía seguir, solo
memoricé las ciudades: Primer error. Como fuera, el daño ya estaba hecho. Debía
partir lo antes posible a Caemlin, para llegar luego a tar Valon, antes que mi
padre pudiera reclamarme.
En los muelles de Maerone, observé las aguas del
Erinin bajar tranquilamente. Los muelles se veían pobres al igual que la ciudad
y muchos de los amarres se encontraban sin barca, gracias a la guerra civil que
había asolado nuestro país al morir el rey.
Me entristeció ver la ciudad así de solitaria, pero
recordé que nunca había ido a Caemlyn (debo admitir que eso también influyó a
que escogiera el sur en lugar del norte), por lo que aplasté los sentimientos
de patriotismo y me acerqué al acartonado barquero que cruzaba a la gente.
Él me quedó mirando fijo un buen rato, tras lo cual afirmó que juraría
haber recibido un mensaje con mi descripción, y juraría que mi nombre era
Arhelyn Vartfilet. Sin perder la calma y mirándolo a los ojos respondí que mi
nombre era sharayne Daminet (el nombre de mi mejor amiga), y que más valía
dejar de mirarme de esa forma si no quería probar el filo de mi daga: Segundo
error. Tuve muy poco tacto, lo sé, pero era necesario. No quería que se me
notaran los nervios de ser descubierta, ni los reproches internos por no
haberme teñido el cabello: tercer error. El hombre, luego de pensarlo un rato,
no dijo más y me vendió pasaje.
Al llegar al otro lado del río, le di una propina que
duplicaba lo pagado para cruzar con la esperanza de comprar su silencio, aunque
sabía que si el noble ese andaba detrás de todo, de nada serviría cualquier
esfuerzo.
Agotada, entré a una posada de Aringill, cuyo nombre
no miré, donde tuve que pagar dos veces el precio de una habitación para que me
permitieran alquilar una junto a una anciana que había alquilado la última. Tras
esto, compré algunas hierbas para teñirme el cabello de negro. Esperaba que eso
fuera suficiente.
Al anochecer, cuando llegué a la puerta oeste de Aringill,
grande fue el asombro cuando los guardias que la custodiaban me dijeron: te
pareces mucho a una joven cuya descripción nos enviaron; debíamos informar de
ella, de su paradero apenas la veamos. Arhelyn, creemos que era su nombre. ¿La
conoces?”. Volví a negar y a dar el nombre de mi amiga, sin embargo estos
guardias se guiñaron los ojos entre sí y rieron: “Pequeña, hace falta más que
un tinte en el cabello y el nombre de tu mejor amiga para escapar de lo que sea
que escapes-: Cuarto error, creo que no era tan experta como yo creía para las
aventuras-. Da gracias de que los asuntos de los cairhieninos no nos interesen
en lo más mínimo”. A lo que otro añadió: “Y que tu carita de joven valiente nos
dé más confianza que la cuantiosa suma de dinero que nos prometió ese joven
lord”. El primero agregó en un susurro que si ellos fueran yo, pedirían ayuda
acorde a mis proyectos… A lo que me preocupé: ¿cuánto habían escrito en el
mensaje?
Los guardias rieron y me dejaron pasar, y yo cabalgué
como alma que lleva el oscuro toda esa noche. A partir de ahí fui aún más
sigilosa, viajando de noche, oculta de día… Sin embargo esta vez tomé la
Calzada de la Reina aprovechando sus múltiples pinos y abetos como escondite,
puesto que no conocía mucho de este país y que los muchos errores cometidos
habían bajado mi moral considerablemente.
Al fin llegué a un bosque junto a la calzada, una
zona que parecía crecer a su libre albedrío, como si la mano del hombre no
hubiera hecho mella en ese lugar. Las copas de los árboles impedían que la luz
lo ilumine, lo que me pareció perfecto a mis propósitos y, por primera vez en
muchos días, me apronté a descansar durante la noche.
Me costó mucho dormirme, supongo que por el hecho de
tanta cabalgata nocturna, y a las preguntas que bullían en mi cabeza: “Había
estado bien partir sin más por un sueño? ¿era maduro de mi parte salir huyendo
de casa por no quererme casar? ¿No sería mejor que diera media vuelta y
corriera a casa, pidiera perdón a mi padre y conociera al dichoso lord? Seguro
habrían miles de formas de sacármelo de encima si no me gustara”. Pero…
entonces, vivir toda la vida frustrada, amarrada a la corte sin yo haberlo
pedido…
No, no me lo permitiría. Ya pronto llegaría a Caemlyn,
donde esperaba que estuviera la seguridad. La seguridad, la reina de Andor… La
nueva reina de Andor, la misma por la que el Dragón renacido había confiscado
el trono. Supongo que toda reina debe dictar audiencias, y si es cierto que es
una Aes Sedai como dicen los rumores, tal vez podría ayudarme a ver si vale la
pena seguir con este viaje. ¿sabrán detectar si una joven puede encauzar?
Pronto lo descubriría.
Al día siguiente entré en la ciudad, y caminé por La
Avenida Principal con su adoquinado blanco amplio, suficiente para que caminen
en paralelo unos diez carromatos, sin estorbarse uno a otro. Separados únicamente
por una franja de ajardinado, que estaba un poco deslucido por el tiempo. Pensé
que si no hubiera tanta sequía, sería hermoso, pero todo estaba trastocado, así
como mi vida. No obstante había que admitir que aun así la ciudad era
impresionante y enorme.
Vi una calle que parecía tener nombre de mujer,
Ishara, así que doblé por ella y encontré una posada… La Bendición de la Reina.
¡Qué oportuno! La luz sabía que la necesitaría para continuar. Alquilé una
habitación allí, y le di a la posadera unas cuantas monedas para que no dijera
nada a nadie sobre mí o mi paradero. Para mi alivio, Coline sonrió, diciéndome
que ella no revelaba información de sus clientes a nadie, que no había sido
cocinera de ese lugar durante tantos años por nada.Sintiéndome en paz y segura
por fin, entré a mi habitación y dormí como no lo había hecho en semanas.
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