jueves, 8 de junio de 2017

De Nathiza. Reflexiones.


Reflexiones.



Termino mi último y agotador ejercicio del día y me encierro en mi camarote a reflexionar sobre la situación en el Bruma Blanca. Hace unos días que noto que algo raro pasa aquí, y eso me inquieta.



 Recuerdo el otro día haber escuchado a alguien decir que navegaríamos río abajo, y así fue. A partir de ahí, el humor de toda la tripulación fue cambiando hasta tornarse oscuro como cielo encapotado. Yo moría de ganas de preguntar..., pero ¿a quién preguntarle? Y justamente yo, una aprendiza rebelde, como solían llamarme mis maestras a veces., y ya que menciono a mis maestras… vale decir que su humor estaba tan negro y taciturno como el del resto de la tripulación. Su comportamiento se había vuelto más exigente cada día que pasaba. Los ejercicios me dejaban cada vez más extenuada, los tejidos que me mandaban realizar eran cada vez más complejos, e incluso algunos hasta ofensivos. Argüían que nunca se sabía cuando  nos podía abordar el enemigo, y que hasta el grumete más insignificante debía estar preparado para ello. Analizando todo lo que me ha sucedido desde que perdí a mis padres a manos de los Seanchan, la idea no me parecía para nada ilógica. Aun así, sabía que algo no marchaba bien.



De repente se oyen suaves golpes en la puerta. Soplo  para secar un poco la tinta de mi diario, lo deposito luego sobre mi escritorio y corro a abrir. Tras la puerta, se encuentra un muchacho con un solo aro en la nariz. Este me comunica que tengo que presentarme de inmediato ante la Señora de las Olas. Mientras nos encaminamos hacia allí, una pregunta resuena en mi cabeza como el estruendo de una tormenta: -¿para qué es que querrá verme?

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