viernes, 2 de diciembre de 2016
De Ilstar. 1
Necesitaba desaparecer durante un buen rato del bullicio de la ciudad. Era preciso aclarar la mente y de un tiempo a esta parte sólo lo conseguía con la soledad y la introspección. ¡Jefe de mensajeros! Por la luz. ¿Eso en qué lugar me dejaba a mí? En el mismo de siempre o todavía peor. Padre siempre quiso dejar bien claro que nuestro lazo familiar no iba a influir en mis obligaciones como mensajero. Entiendo que es su deber, pero si ya era más estricto de lo habitual para conmigo, ¿qué pasará ahora?
Paseo sin rumbo por los bosques aledaños a la capital, dando vueltas y más vueltas a los acontecimientos. Me ha parecido ver a Erisai cuando salía de las cuadras de palacio. Creo que me ha llamado, pero ya ni con ella consigo estar cómodo. Sólo la compañía de los árboles, la naturaleza y la carencia de gente hace que me calme. Ojalá padre me envíe pronto a un recado a la otra parte de Arafel, o incluso a Shienar o Kandor. Jamás he llegado hasta Saldaea, pero conforme están las cosas, lo más probable es que si hay algún mensaje para enviar a la aldea sureña más meridional, sea yo el encargado de ir. aunque, pensándolo bien, tampoco me importaría.
Unas voces me sacan de mis ensimismamientos. alzo la mirada y diviso a lo lejos a un par de centinelas que patrullan por el bosque. Ciertamente, demasiado lejos para verlos y mucho menos para escucharlos. Presto atención y consigo descifrar lo que dicen. Como la gran mayoría de la ciudad, su conversación trata sobre la partida de Paitar Nachiman hacia el sur. ¡quién fuera rey para poder partir de aquí? Muevo la cabeza incrédulo. Nunca hasta ahora había sido tan.... disidente. Siempre he tenido claro mi deber. ¿Entonces?
Doy media vuelta e inicio el retorno a Shol Arbela. Siento que tengo que encontrar a Erisai y ofrecerle mis disculpas. Nunca sería capaz de decirme nada, pero en sus ojos últimamente encuentro un gesto de tristeza y preocupación cuando nuestras miradas se cruzan. Gracias al Creador se ha recuperado ya de sus fiebres y ha vuelto junto a madre a servir en palacio. De sobra sabía que unas malditas calenturas no iban a sucumbirla, pero el alivio que sentí cuando por fin abandonó la cama fue notable. Atravieso la puerta del sur y devuelvo el saludo a a los guardias que las custodian. Ilstar Kathlein, el maldito hijo del Jefe de Mensajeros de Palacio.
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