sábado, 13 de mayo de 2017

De Dannahieri. El secreto.




12 de Nesan, 998 NE
                Dos semanas han pasado desde la noticia de la desaparición de mi madre. Sí, la llamaré desaparición, porque no estoy dispuesta a aceptar que ella haya muerto sin más, como si un pez se la hubiera zampado de postre para la cena, aunque pudiera haber ocurrido. Estoy harta de seguir en tierra, extraño el vaivén de las olas, sentarme en la cubierta y sacar los pies por la borda para pescar (aunque me toque limpiar lo que pesco después)… ¿Y no tolero que mi cumpleaños pase en la isla! Sí, hoy cumplo 14 años y desearía pasar un rato sentada en el mástil de popa para pensar, como he hecho desde que cumplí 12.
                He hablado con mi padre, le he preguntado el porqué de rechazar a todo mensajero que llega a nuestro refugio con noticias de barcos y, en lugar de responder, ha mirado hacia otro lado y me ha dicho que vaya a recolectar plumas  de guacamayo. ¡Cómo si todavía  fuera una niña! Pues no, querido diario… no lo soy, y precisamente por no serlo, creo que mi padre, al igual que yo, al igual que mis hermanas, tiene la secreta esperanza de que aún vuelva madre y la espera cual confinado extraño a los océanos, a la sal, a la vida. Me preocupa: se lo ve mayor, su entrecejo permanece arrugado, y las arruguitas que había en la comisura de sus labios por su permanente sonrisa, solo son testigos de que mi padre sabe, o sabía sonreír.
                Lo que es yo, ando con un humor de horca asesina. Es que ¡por los ocho mares! Sé que mi madre no desearía que permanezcamos en la isla como confinados… me siento tan rara sin el vaivén del barco bajo mis pies…
                Acaban de golpear la puerta, atenderé aunque mi padre se moleste después, ya estoy harta de este refugio que se ha vuelto una prisión. Ojalá sea un mensajero, ojalá nos traiga asignación de barco, ojalá debamos partir hoy mismo, sin más dilación.

Más tarde:
                Efectivamente era un mensajero, el mensajero de la Señora de las olas del clan Takana en persona, el cual ha citado a mi padre a presentarse en el camarote de la señora ahora mismo. Pobrecito, aún recuerdo su mirada de “me las pagarás”; pero era necesario, mi padre está cambiado, y no hay nada mejor que el trabajo para aplacar la tristeza, como decía madre.
                Iré a preparar mis cosas, quiero pisar cubierta lo antes  posible, ahora vuelvo. Debo empaquetar mis blusas, limpiar mi cadenita para que esté reluciente, seleccionar los pantalones que me llevaré, etc. Eso es lo malo de un naufragio, luego debes empezar desde cero, y decidir qué comprar, qué llevar, que dejar se complica. Ramelia y Dangeria están en lo mismo que yo, así que no pueden ayudarme… Y, de ser por mí, me lo llevaría todo. Dejaré mis muñecos adornando la habitación del refugio, cada uno de ellos es un recuerdo importante, y perderlos me dolería en el alma. Solo por suerte pude salvarlos esta vez, y no quiero priorizar entre cosas necesarias y mis recuerdos de infancia.

Casi al anochecer:
                Este ha sido un día agotador. Seleccionar mis pertenencias ha sido aún más arduo de lo que creí. Pero luego de concluir, mi padre volvió de su entrevista. Como resultado de mi audacia al atender al mensajero, me he pasado la tarde buscando huevos de guacamayo para la cena, y mi padre no me habló hasta que volví de recolectarlos.
                Cuando entré al refugio lo encontré llorando, lo abracé e intenté consolarlo; es extraño verlo llorar, él que siempre ha sido fuerte… Me abrazó él también, y me dijo que lo habían castigado por salvarme a mí y no a la Detectora, habiendo tenido la oportunidad de hacerlo: “Me han dicho que mi pequeña es una debilidad, y que la misma es una mujer, por lo que ya es hora de que siga su propio camino. Dangeria y tú os quedaréis en el refugio un tiempo más, hasta que se os asigne un barco. Ramelia, que es famosa por su paz y yo, hemos sido llamados a embarcar mañana por la mañana. Esto me temía, pequeña, no deseaba estar sin ti o sin Dangeria… O sin Ramelia, que podría haber sido el caso. Sois todo lo que me queda de vuestra madre, y ahora os veré en contadas ocasiones”. Seguí abrazándolo, y traté de explicarle que madre lo habría querido así, pero no encontré palabras para hacerlo. Mi audacia destruiría a mi padre, al parecer. Sin embargo, sabía que había hecho lo correcto: mejor separados en el mar y no confinados en la isla, que es hermosa, pero no es lo adecuado.
                Ahora, sentada en mi escritorio, mientras te cuento mi anormal cumpleaños, suspiro y pienso en si los seanchan no se dan cuenta de lo grabe que es atacar un barco para robarle su libertad a las mujeres del mismo; si no notan toda la destrucción que provocan solo para convertir a una mujer plenamente capacitada y poderosa en un animal, o en alimento para animal; si hubiera estado más preparada… entonces no me habrían enviado a mi camarote y habría podido luchar, tal vez madre estaría con nosotros y padre no habría dejado su sonrisa en el medio de la mar, donde espero que la reencuentre.
                Sin embargo, hay algo que no he dicho a nadie, algo que temo sobre manera y que serás el primero en saber, querido diario, para que quede a salvo y para que se sepa en el futuro. Ocurre que, aunque monstruosas y detestables, cuando vi a esas mujeres, sentí una extraña afinidad con ellas: como si las conociera de toda la vida, como si fueran Bereia, Ramelia o Dangeria. ¿me hace esto malvada?
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                Dannahieri, sentada frente a su escritorio, se queda atónita tras haber escrito dichas palabras en su diario; se la ve abstraída, sosteniendo con la mano izquierda la pluma, que aún chorrea tinta, suspendida sobre lo escrito y, en sus ojos siempre resueltos, traviesos y seguros, ahora hay lágrimas y azoramiento.
                De pronto ve la página manchada, lo que la trae de vuelta a la realidad. Con la misma resolución de siempre, dibuja algo intrincado con la tinta que ha caído sobre la hoja al pie de lo escrito, espolvorea la página con arena, limpia la tinta y guarda la pluma en la escribanía portátil que le regaló su padre cuando le encomendó escribir.
                Suspira y se pone en pie para invitar a Ramelia a tomar un baño cuando, repentinamente, le sobreviene un fuerte dolor de cabeza y mareos, ¿sería fiebre? “Lo que faltaba –Piensa-. Mi cumpleaños no podía acabar peor”. Sin pensarlo dos veces se mete en la cama, sabe que no tardarán mucho en venir a buscarla para la cena, entonces le darán medicinas. Mientras tanto, en lo que respecta a ella, ya podría deshilacharse el entramado por completo, siempre que no la toque a ella; o mejor aún, ya podría destejerla, una atha’an miere de cena para el entramado… Cualquier cosa con tal de no sentirse así.


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