viernes, 26 de mayo de 2017

De Dannahieri. Resoluciones.





13 de Nesan, 998 NE
                Que cosas, querido diario, que cosas… Ni imaginas desde donde estoy escribiendo… Bueno, ni yo lo asimilo todavía, pero ahora comprendo lo que mi  madre siempre decía, eso de  que la litera no era buena consejera, y que si había fuerzas, voluntad y o firmeza, había que salir de ella e izar las velas de la propia vida, para que los vientos que en esta soplaran fueran propicios, y te guiaran a una buena singladura y tuvieras mares en calma y puertos seguros. Así resultó ser con Andaia y con Bereia, así con Ramelia, así con mi madre, antes de su desapa… de su muerte.
                Sí, me has oído bien, su muerte. La señora de los Barcos dice que es muy probable que ya esté muerta, y que más me vale aceptar la realidad…, algo así dijo, la cabeza no me dejaba pensar y… estoy toda enredada, y supongo que no entiendes nada. Empecemos otra vez:
                Me levanté por la mañana dispuesta a despedir a mi padre, a verlo embarcar por primera vez sin mí. El día comenzó con sentimientos encontrados: por un lado estaba feliz de la suerte de mi padre, que al fin embarcaría y tendría algo más en que pensar, y no solo se quedaría con el recuerdo de mi madre, viviendo cual amallar en la isla. No, como amallar no, viviendo como confinado, porque los amallares al menos aman el mar y el agua, pero de una forma extraña. Por otro lado estaba, y aún me encuentro solo un poco triste; me quedo sola por primera vez en toda mi vida, sola sin mis padres, quiero decir. Y eso de que Ramelia vaya con papá… ¡no es justo que ella pueda cuidar de él y no yo! Yo soy su favorita, por mí daría la vida… y por eso sé que es lo mejor que embarque sin mí esta vez, aunque sea triste. La Señora de los Barcos ha dicho que tal vez me permita despedirme de él, y así sabré como le sienta una nueva singladura.
                En el camino nos cruzamos con la Señora de los Barcos en persona… la misma, con sus  pendientes y medallones, ¡Qué maravilla eso de llevar tantos! Eso de tener tanta responsabilidad y tanto poder, eso de ser tan firme para poder cargar con todo eso, de ser útil a todo nuestro pueblo... Sentí mucha admiración al verla. Intenté acercarme a ella, ¿Cuándo volvería a cruzarla en mi camino? No durante mucho, mucho tiempo. Sin embargo el entramado tenía otros planes para mí: no sé por qué, me mareé y me afiebré, igual que la noche anterior. Son males tan pasajeros, vienen y van como las olas; pero estos son tan dañinos como las mareas.
                Como yo no tenía idea de que volvería a enfermar (estaba segura de que me había insolado recolectando huevos de guacamayo), me levanté a ver a mi padre embarcar: desperté bien, nada me dejaría en la litera… en la cama del refugio, durmiendo hasta tarde como confinada. Acá madre me reprendería, diría que no tengo idea de qué haría una confinada a esta hora; pero supongo que una que estuviera enferma se quedaría en la lite… en la cama, ¿por qué las cosas cambian de nombre fuera del barco?
                El caso es que, ya en el puerto, justo ante el Jendai, me quedé tirada como pichón de gaviota que no aprendió a volar a los pies de la Señora de los barcos en persona, y ella me levantó del suelo, ¡y me hizo embarcar en el Jendai!
                ¿Cómo podría estar triste con algo así? Lo intento, estaré lejos de mi padre… Aunque él estará bien, y yo me quedaré acá en el Jendai, en mi primer singladura. Este es un barco enorme, y no puedo esperar a que me dejen salir de la litera para poder explorarlo. Me han dicho que debo quedarme acá un tiempo, porque si bien los dolores y la fiebre pasaron no bien hablaba con la Señora de los Barcos, esta era tal que me dejó tirada a sus pies… Es frustrante estar enferma; pero nadie ha dicho que no podía escribir, y espero que, al verme haciéndolo, se den cuenta de que estoy bien y me dejen explorar de babor a estribor, por toda su eslora.
                Me pregunto si la Detectora del Jendai sabe curar, porque una grumete que comparte camarote conmigo me ha dicho que tal vez enviarían a la Detectora para que me examine, pero cuando le he preguntado por qué lo harían, se ha reído misteriosamente y me ha dicho que yo debería saberlo, si es cierto que soy una din Jareb; que esa enfermedad es común en ellas; luego se ha ido y me ha dejado pensativa. ¿es que acaso nosotras tenemos alguna especie de enfermedad hereditaria? A veces me habría gustado que madre me enseñara más sobre nuestra familia, más sobre los barcos, más sobre el poder. Pero cada vez que le pedía que me enseñe, me respondía que tendría tiempo de aprender todas esas cosas en singladura; que tuvo una amiga a la que quiso mucho, a quién sus padres le enseñaron de todo desde muy pequeña, la que se llevó una decepción tal por no poder encauzar; y que ella había repetido ese mismo error con Andaia y Bereia, y que la luz había querido que lo que ellas deseaban fuera a la inversa, y que Bereia encauzara en lugar de Andaia. Culpa de las gemelas y de anda a saber qué amiga, querido diario, ahora resulta que debo ser objeto de burla de grumetes desconocidas, y no saber absolutamente de nada…
                Madre me volvería a reprender ahora, seguro me castigaría por no estar agradecida de lo que el entramado a tejido para mí. Diría que antes de mi primer singladura sería la joven más disciplinada que ha pisado algún barco atha’an miere; y que mi constancia y mi curiosidad me llevarían lejos, si y solo si dejaba que el entramado tejiera a su antojo el hilo de mi vida, sin que yo lo frustrara.
                Mamá… si supieras cuanto la extraño, querido diario, si supieras cuánto extraño que me castigue y luego de terminado el castigo se bañe conmigo para hablar de lo que he aprendido en el mismo; sus enseñanzas, duras pero claras, su amor, su firmeza, su entereza al rolar los vientos en las más duras rachas en las tormentas más furiosas… la unidad que sentían todas sus aprendizas, no solo mis hermanas; mi madre era formidable, formidable como hay pocas, y yo seré como ella. Trabajaré duro de ahora en adelante, para que, si estuviera viva, se sintiera orgullosa de mí, así como de Andaia y Bereia, que son grandes y fuertes en el Abismo de Sal, la Centella que juntas gobiernan.
                Creo que ha llegado el momento de dejar de llorar por lo injusto que es todo, mi furia porque las cosas no son como quiero debería ser empeño para que lo sean y no lágrimas, diría madre, y creo que tiene razón. A partir de ahora, cuando deba decidir, tendré en cuenta sus consejos, creo que es la mejor forma de honrar su memoria; y, si la luz quiere, tal vez pueda encauzar y, si es así, lo aprenderé todo, desde como despejar el cielo y hacer que nieve, hasta invocar rayos, aprenderé a curar, ¡a todo lo que esté en mis manos! Para que esos malditos seanchan no se lleven a nadie más en mi presencia. Esa será mi venganza si puedo encauzar y, de no poder hacerlo, me rodearé de las detectoras más preparadas que haya tenido la isla para poder hacer todo esto que he dicho. Ya verán esos seanchan con quién se han metido al provocar la muerte de mi maravillosa madre. Me duele un poquito la cabeza otra vez, tal vez no era tan mala idea que me quede aquí acostada. La luz quiera que todo esto pase de una vez, así puedo disfrutar mi singladura. Hasta otra, querido diario.

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