lunes, 23 de mayo de 2016
De Heilin. Recuerdos.
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-Vete, y da diez vueltas al campamento, a ver si se te aclaran las
ideas. -Ordena Heilin, despachando a la aprendiza que tenía a su
cargo. la ve marchar, y sonríe cuando la tienda se cierra tras ella.
Le recuerda demasiado a si misma de pequeña. Había hecho falta toda la
paciencia y la capacidad de la sabia que la tenía bajo su cargo para
hacer de ella algo provechoso. Cierra los ojos, y no puede evitar recordar.
Siempre se había arriesgado más de lo permitido, y en muchas ocasiones había hecho caso omiso de los consejos de sus maestras. Deseaba conocer las tierras húmedas, ver más allá de su septiar, terminar su
aprendizaje y ser una de las mejores sabias del Pueblo Aiel. Y eso la
hizo cometer errores.
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-... Cuando lo domines, vendrás ante nosotras sin perder tiempo.
-Ordenó la sabia a la aprendiza.
Heilin salió de la tienda, deseosa de
practicar el nuevo tejido. Una cosa tan simple como hacer aparecer una
bola de luz y mantenerla en el aire el tiempo que le apeteciese. Y
tardó un par de semanas en conseguirlo. La sabia le había dicho que
volviese ante ella cuando lo hubiese dominado. Pero ella no lo
consideraba así. Había visto a otras encauzadoras cambiar la luz de
color, hacerla más grande o conseguir que flotase sola sin usar el
poder durante un tiempo. Y eso intentó... Para fallar estrepitosamente.
Se abrió al saidar, y tejió los flujos necesarios, sonriendo triunfante al ver como le salía correctamente. Tejió aún más, deseosa de ver hasta donde podía llegar. Y se le fue la mano. Tejió más fuego de lo normal y perdió el control. Un flujo tocó un arbusto cercano y este se prendió.
Los nervios pudieron con ella, y comenzó a pelear con el saidar, haciendo caso omiso a los consejos que le habían dado:
Nunca luchar contra el poder y rendirse a el para conseguir manejarlo.
Sus nervios aumentaron cuando perdió el control sobre el poder. Pensó que la arrastraría. Pensó que fallaría, que acabaría consumida como
tantas veces había oído decirle a la sabia que se encargaba de su
entrenamiento.
Y de pronto el fuego desapareció y ella perdió el
contacto con la fuente.
Lentamente, Heilin se incorporó, para ver a su maestra con una mirada decepcionada fija en ella, envuelta en el brillo del saidar,
sosteniendo el escudo que había impedido un posible desastre.
-Tengo toh contigo, sabia. Yo...
-Trenzarás tus cabellos y rasgarás tus faldas como las niñas aiel. Y cuando tus mejillas se vuelvan tan rojas como el sol que nos calienta y tu vergüenza supere mi enfado, volveré a enseñarte. ¿qué intentabas?
-Yo... -Susurró la aprendiza, incapaz de continuar. Se daba cuenta que lo que había hecho había sido una estupidez.
-¿Te has vuelto muda?
-Intentaba cambiar el color de la luz. Lo vi hacer en varias ocasiones. Puedo hacer luces que se mantienen en mi mano. No pensaba que...
-¿No te dejé suficientemente claro que cuando dominaras el tejido
vinieras directamente a mí?
-sí, pero yo pensaba que...
-Darás tres vueltas esta noche al campamento. y te encargarás de
mantener la tienda de vapor caliente para nosotras esta noche. Y
mañana...
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Lentamente abre los ojos y la promesa que le hizo a aquella aprendiza se refuerza en su mente. "Haré de ti una sabia hecha y derecha me
cueste lo que me cueste." Kaelyn había desaparecido junto con el Car del Pueblo aiel. Y habían acabado ella y Sharthax en el puesto de los
antes mencionados. Y aunque muchas veces se pregunta si está haciendo lo correcto, si es la persona adecuada, la rueda teje según sus propios designios, y solo puede hacerlo lo mejor posible. En estos tiempos, no existe la opción de fallar ni de dudar. Y empezaría no fallando con la enseñanza de aquella aprendiza testaruda.
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