Por fin me voy de Manala. Es un
lugar agradable, pero llevo aquí demasiado tiempo, y ellos me necesitan. Estoy
recuperada del ataque que sufrí en el Sueño del Lobo, muy recuperada, aunque
hay heridas dentro, en el alma. Cordelia Sedai, que estuvo conmigo todo el
tiempo, murió. Alguna vez a lo mejor pensé que las Hermanas no se morían nunca.
Soy ingenua. La buena anciana a veces no me reconocía, me enviaba a por té o a
zurcir sus medias, y yo lo hacía con cariño porque daba igual si pensaba que
era una niña de la Torre Blanca. Seguro que ella cuidó de tantas personas a lo
largo de su vida que era justo que alguien cuidara de ella a pesar de sus
momentos de incoherencia. Ahora la echo de menos. Era una amiga y, además de
los lobos, creo que no tengo amigos.
No. Esto no es verdad. Perdón. Khali
es una amiga, pero es la Sede Amyrlin, y sé que este cargo es tan importante
que podré verla muy pocas veces. Mientras estuvo en Manala conmigo era solo una
mujer. Solo Khali. Pero ya no será más así. Ella es como una tormenta, como un
viento en las ramas, es como una hoguera en la noche para calentarse y poder
dormir en paz. Es fuerte pero es frágil,
es como un lobo, poderosa y vvulnerable, puede saltar muy lejos y morder muy
fuerte, pero una flecha puede matarla. Y me ha pedido ayuda. Voy a dársela.
Estoy cerca del río. Hace algunas
semanas vine aquí porque un Hermano necesitaba consejo, pero volví enseguida a
Manala. Ahora creo que no tendría que haber venido, pero no pensé que estuviera
haciendo algo mal o peligroso. Espero. La manada de este lugar, la de Rasgado,
recibe a la mía. No es muy fácil explicar los motivos de los humanos sin entrar
al Sueño del Lobo. Pero entienden el problema, y el riesgo. Y esperan conmigo.
Dentro de unas pocas horas vendrán
aquí, Khali y su Guardián. No sé comunicarme con él, pero sé que es bueno. Y sé
que la quiere. Entonces, todo está bien.
Miro al norte, más al norte. El
cielo está negro y hay nubes oscuras y plateadas, extrañas nubes, y extraños
truenos. La Última Cacería se acerca.
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