Mientras Shaeira vigila a su esposo que sale y entra de un
estado de confusión y aletargamiento propios de las heridas que su cuerpo lucha
por superar, mientras el Jendai navega a todo trapo rumbo a los Dedos del
Dragón, lee su diario personal a la luz de una de las lámparas. El diario que
siempre va con ella en su baúl de viaje allá donde quiera que esté. Cualquier
actividad es mejor que permitir que sus pensamientos se desplieguen, cualquier
cosa antes que permitir que la terrible tristeza por la pérdida de su barco y
de toda la tripulación, de su querida Relvana… de todos ellos la venza. Parece
que esos halcones realmente saben lo que hacen y ahora las Señoras de las Olas
están advertidas. Solo queda esperar.
Día 3 del mes de Adar de 968 NE
Hoy es mi día onomástico. Cumplo once años. A bordo del
Leyenda de Corain, navegamos rumbo a Illian. No estoy feliz porque me han
vuelto a castigar. A madre no le importa si cumplo años. Bueno, quiero decir
que sí le importa, pero le da igual a la hora de ponerme a limpiar pescado si
he dicho o hecho algo feo. Padre y ella discutían y claro, yo quería saber por
qué. Otra vez el tema este de las Doce y lo difícil que se lo han puesto a
madre para llegar a ser Señora de las Olas. A mí me parece que tiene algo que
ver con su familia, la de antes de casarse con papá, la familia Dashar, pero
prefiero comerme mi fajín y que los extremos me salgan por las orejas antes que
volver a preguntar.
Odio limpiar pescado. ¡Esta mañana han sido cuatro cestos antes
de los ejercicios! No puedo quitarme la peste de las manos ni así las frote con
sal o vino agriado. ¿Cómo puedo jugar
con los demás con esta peste? Bueno, sí, no soy la única a la que castigan así,
pero me doy asco a mí misma. ¡Nadie ha limpiado tantos rodaballos como yo!
Dentro de un reloj de arena tengo que ir a tomar mis clases
con la Navegante. Eso sí me gusta, aunque ella es muy dura conmigo. Me está
enseñando a interpretar las cartas de navegación y a hacer mapas de deriva. Es
tan interesante que podría pasar horas en el puente con ella. Y luego, la
Detectora de madre me recibirá en la cofa del palo mayor y sé que me hablará
del Poder, de los vientos, de las nubes y las tormentas… ¡El Creador quiera que
yo pueda encauzar! Lo deseo tanto… Relvana sabe mucho y tiene muchos libros que
me deja leer. A veces me llevo alguno a mi litera y lo leo a escondidas para
que no me riñan, pero Sinda, que es una envidiosa, siempre me delata si me
descubre.
Por la tarde espero que me levanten el castigo, que no me
obliguen a cepillar las tablas de cubierta o coser redes, por favor por favor.
Porque he oído que vamos a ponernos al pairo del Viajero del Viento. Madre y
Malin din Toral Rompedora de Olas se bañarán juntas y las tripulaciones
podremos mezclarnos para comer y para contarnos historias. A lo mejor me permiten ver a Dorile, es tan
amable… Bueno, prefiero a mi querida Relvana, pero Dorile también me gusta
mucho, y si tuviera que elegir a una maestra después de nuestra Detectora,
sería ella.
Y también quiero ver a Jehrmien. Él es más mayor que yo y ya
está recibiendo entrenamiento militar, pero creo que le gusta sentarse conmigo
y escuchar lo que le cuento, lo que leo en los libros y lo que aprendo en los
viajes. Él me explica de sus singladuras y yo le hablo de las nuestras. Ya vio las
costas de Shara, ¡es un privilegiado! Padre dice que nosotros pondremos rumbo a
tan lejano y misterioso lugar en cuanto volvamos de Illian y descarguemos
bodegas.
¿Tendré algún regalo? Es muy pronto para un nombre de sal.
¿Una daga? Dirán que soy muy pequeña para tener una propia, que me apañe con
los cuchillos de la utilería de a bordo. ¿Un collar con una cajita de aromas?
¿Unas pulseras? Bah, da igual. Me conformo con que me levanten el castigo y
poder saltar al Viajero, con poder echar unas gotas del perfume de madre en mis
manos apestosas por si me siento junto a Jehrmien.
Ay, Luz, me llaman como si se cerniera una tempestad sobre
el Leyenda…
Shaeira cierra el libro, lo deposita en la mesa y humedece
el rostro de Jehrmien con un paño. Volverá dentro de un rato, cuando se
cerciore de cómo siguen las cosas en el puente.
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