sábado, 20 de mayo de 2017

De Quadei. Uktag din Tagrad




Perspectiva: Uktag din Tagrad, padre de Quadei.

Miras de Reojo y ves como un Seanchan está cargando su arco apuntando en dirección a Quadei; Intentas advertirle, pero hay tanto ruido que no logra escucharte. Piensas si alcanzas a llegar al Seanchan, pero es improbable.

Corres en dirección a Quadei y lo empujas mientras sientes el impacto de una flecha atravesar tu pecho y alojarse en tus órganos internos.

Miras a Quadei y el tiempo comienza a fluir con mayor lentitud mientras todo comienza a nublarse.

Susurras ‘Quadei…’

Sientes como las fuerzas te hacen falta y no logras reincorporarte. Caes de rodillas y todo se siente tan pesado, las espadas, los collares, todo absolutamente todo se te hace pesado.

Parpadeas y los recuerdos vienen a tu memoria como fijos cuadros de una pintura…

Fue en el invierno el día 13 del mes de Maigdhal, te recuerdo perfectamente, tan pequeño y con esos ojos como frutos del olivo, negros como el ébano tus pupilas, podían casi cubrir toda la superficie de tus ojos, tu nariz como la de tu madre, gracias al creador eras más parecido a ella que a mí, en el momento que sostuviste mi dedo por primera vez, supe lo fuerte que serias con ese apretón.

Una sonrisa boba se dibujaba en mi cara mientras veía a tu madre; se encontraba agotada pero feliz, habías llegado a nuestras vidas Quadei, lamentable fue que no pudo resistir el parto, y murió horas después de tu nacimiento.

Con el pasar del tiempo demostraste tus grandes habilidades, no me equivocaba cuando supuse que serias fuerte a medida que crecieses, cada vez más curioso pero sobre todo, eras un niño Feliz.

La primera vez que fuimos a pescar, te enseñe todos los procedimientos y tan aplicado como si estuviese en tu sangre ya habías pescado una presa mejor que la mía.

Siguieron pasando los años y tus habilidades se notaban, el movimiento del barco te daba ese caminar tan grácil y ágil, el equilibrio perfecto entre fuerza y agilidad, con ello mis miedos de que fueras un hombre loco desaparecieron, no había más que orgullo en mi corazón, sentía que estabas hecho para cosas grandes.

A los 8 años de edad ya eras capaz de grandes hazañas, viajamos a Mayene a finalizar un trato de porcelana Amayar y entre tu intrépida curiosidad te escapaste al bosque tan solo con una daga y una espada de madera. Pasaron horas sin saber de ti, preocupado te fui a buscar, cuando te encontré, dormías lleno de sangre; asustado y con los ojos llenos de lágrimas me acerque a ti, tenías magullones y varios golpes, más nada grave. Mire bien a tu alrededor para saber de donde era la sangre y poco más allá el cadáver de un Jabalí junto con la Daga de tu madre en su cuerpo yacía inmóvil y sin vida.
Orgulloso tome tu cuerpo entre mis brazos y me lleve el cuerpo del animal, para alardear de tu increíble fuerza, aunque aún estaba molesto por que te habías escapado sin consentimiento alguno, pero no te confundas; me hacía feliz saber que estabas bien…

A los 12 años eras todo un atleta, te encargabas de los quehaceres diarios del barco con otros niños de tu rango de edad, pero lo hacías tan feliz, inspirado, me decías que de grande, querías ser como yo, que completarías tus tareas porque papá también había pasado por ello, que me admirabas pero ahora que lo pienso, yo te admiraba a ti… tu dedicación y tus ganas de sobresalir…

Los años pasaron y en cada área y tarea que se te encargaba tenías un gran índice de cumplimiento, creciste tan rápido Quadei, lo lamento mucho hijo mío; lamento tener que dejarte ahora cuando tu aventura recién comienza; lamento no haberte dicho en todas las oportunidades lo orgulloso que estaba de ti y lo agradecido que estaba al creador por haberte puesto en mi vida. Sé que fui duro en ocasiones, pero lo hacía porque sentía y pensaba que te preparaba para un mundo duro y difícil, ahora es cuando lamento no haberte mostrado todo el afecto que sentía mi pequeño.

Abres los ojos y miras con la vista nublada buscando a Quadei, lo observas detenidamente y ves lo diestro que se ha vuelto en combate a pesar de ser tan joven. Su cuerpo lleva varias heridas y al parecer camina con dificultad, de pronto comienza a irse hacia atrás y se queda apoyado en la baranda, sangrando y agotado.

Susurras ‘Quadei… hijo mío’

Un Rayo impacta el barco cerca de ti, miras a tus espaldas y logras ver la brea caliente en los barriles que aún no se terminan en arder en llamas por debajo del mástil mayor.

Te sostienes en tu espada y miras a Quadei de nuevo e intentas decir algo.

Susurras ‘Quadei… hijo mío, lamento no haberte dicho antes lo orgulloso que estoy de ti y lo tanto que te amo, estas hecho para grandes cosas y no me cabe duda de esto, pero para eso mi amado hijo, debes vivir…’

Miras a Quadei que está intentando reponerse para seguir combatiendo mientras observas que ya no quedan muchos marinos y los Seanchan los están aniquilando a todos con facilidad.
Te levantas a costa de todo, sacas un pañuelo que pertenece a la Madre de Quadei y lo hueles profundamente.

Piensas profundamente: Hijo mío… debes vivir…

Te levantas con lo último de fuerza que le queda a tu cuerpo mientras intentas llamar la atención de una Sul’Dam, y esta posa sus ojos fijamente en ti, sonries y le haces un gesto por lo demás obseno y esta se irrita, has visto como sus Damanes lanzan bolas de fuego, esperas que una te alcanze…

Entonces lo esperado, sientes el silbar del objeto en el aire, y por cada segundo que pasa todos los recuerdos de tu hijo vienen a tu mente, entonces miras a los cielos como si de algo se tratase y musitas algo desde tus labios que solo es perceptible por ti mismo.

Susurras dificultosamente ‘está a salvo mi amada, como me lo hiciste prometer el día que nació y el creador reclamo tu vida’

Una bola de fuego te **ANIQUILA** y la explosión crea una onda expansiva, Quadei es expulsado por esta misma fuera del barco cayendo a mar abierto; mientras que tu cuerpo es desintegrado y reclamado por el entramado.

Y en el susurrar del viento tus últimas palabras “Hijo mío… debes vivir”

FIN.








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