Dormia
perdido en recuerdos muy lejanos. Recuerdos de su infancia en el Azotador de
Olas.
Era un
joven inquieto y curioso. Y la viva imagen de su padre. Un gran Maestre de
Cargamento que le alentaba, tanto a moverse y aprender, como a investigar sobre
cada cosa que despertara su curiosidad.
A menudo su
madre se enfadaba con el por incentivarlo. Aun asi, no habia nadie a quien
Jehrmien admirara mas en su vida que a ese hombre. En todo sentido habia sido
un ejemplo para el. Le habia enseñado a usar una espada y defenderse con ella,
le habia enseñado todo sobre navegacion, sobre cartas y estrellas, sobre
comercio y tratos mercantiles. Y sobre todo, le habia dado el mayor ejemplo
sobre lo que era el Honor.
Su madre
era una mujer dificil, con un carácter agrio y bastante estirada. No podia
decir que ella no le amara ni que no le importara. Simplemente, preferia
enfocar sus esfuerzos en sus hermanas. Claro, ellas podian encauzar, igual que
su progenitora.
Asi que
durante la infancia paso largas horas con su padre, aprendiendo todo de el,
riendo y cantando, disfrutando la brisa del mar en su rostro, mientras sus
hermanas pasaban mitad del dia limpiando pescado y la otra, colgadas por los
pulgares, o fregando alguna sentina, o cualquiera de esas cosas que las Detectoras
mandaban a hacer a las pequeñas simplemente por no ser tan estiradas y agrias
como ellas.
Oh, claro
que habia sufrido castigos. Pero fueron mas bien pocos, porque entre los tantos
aprendizajes que obtuvo de su padre, estaba el de ser astuto y no desafiar o
discutir solo por testarudo. Algo que las mujeres jamas entenderian, y mucho
menos cuando trataban entre ellas.
Antes de
recibir su nombre de sal, ya habia viajado por todos los puertos confinados, e
incluso su padre lo habia llevado a la remota Shara, en un viaje comercial que
jamas olvidaria. Aun hoy, las imágenes de esa tierra extraña y fascinante por
igual seguian vivas en su mente.
Mientras capeaba
la adolescencia, volvio a encontrarse con Shaeira. Desde pequeños se habian
visto en varias ocasiones, y siempre se habian sentido atraidos el uno por el
otro. No en el sentido romantico, sino en la afinidad entre dos personas.
Reian, jugaban, compartian historias y anecdotas. Leian libros y comian deliciosas
confituras que venian del continente, mientras sus madres bebian vino y se
bañaban juntas.
Y asi, cada
separacion se hizo mas dificil y cada reencuentro fue mas y mas deseado.
Hasta que
finalmente, se encontraron cuando Shaeira se iba convirtiendo en una mujer. Y
ya no solo fue el gusto por las historias y la lectura, los sueños y las
leyendas, sino que algo mas surgio entre ellos. Como los vientos huracanados en
alta mar, esa pasion se convirtio en amor, y antes de que pudieran siquiera
darse cuenta, se habian besado a escondidas de toda la tripulacion.
Al dia
siguiente, al despedirse, estaban en la bodega con su padre, y este le pregunto
sobre el asunto. Jehrmien enfurecio pensando que su padre lo espiaba, y este le
hizo entender que un padre se da cuenta de esas cosas, porque ademas, tambien
las ha vivido.
Reacio al
principio, pero sin poder evitarlo, acabo por confersarle a su padre lo que
sentia por Shaeira, y sus miedos de que ella tuviera la capacidad de encauzar,
ya que en ese caso, seria imposible volver a verla por largos, largos años.
Cuando le
llego la noticia de que Shaeira no podia encauzar y de que , ademas, habia
recibido su nombre de sal, se sento frente a sus padres y les planteo franca y
serenamente sus intenciones.
Pocos dias
despues, llegaba finalmente al que seria su puerto seguro por el resto de su
vida. La mujer estaba muy triste por no
poseer ningun vinculo con el poder, pero esa tristeza parecio mitigarse con la
vision del joven atha’an miere que venia a consolarla. Dio vueltas un largo
rato. Era intrepido y arreisgado, pero no cuando se trataba de mujeres.
Finalmente, fue ella la que tomo la iniciativa, y sin mas le espeto
- Estas
pidiendome casamiento, Jehrmien? O solo
estas boqueando como pez fuera del agua porque no tienes nada mejor que hacer.
La miro a
los ojos, ese profundo y soñado estanque de color gris, y sin poder responder,
solto una carcajada.
Shaeira le
miro entre extrañada y molesta, con ese comportamiento estirado que toda
Atha’an Miere que se sabe destinada al poder y al mando, exhibe.
- Te burlas
de mi, idiota?
- No. Me
rio porque eres tan perfecta que logras convertir mis momentos de debilidad en
algo digno de recordar. Y si, quiero zarpar junto a ti hasta que el Padre de
las Tormentas nos arrastre hasta el fondo de la Fosa de la Perdicion. Y aun
asi, seguire aferrado a ti como remora al tiburon.
Entonces
fue ella quien rio. Y las risas dieron paso a un abrazo que fue sellado con un
tierno y prolongado beso. El primer beso de ambos a la luz del cielo.
Desde
entonces, en cada paso, en cada tropiezo, en cada singladura y en cada
naufragio, la vida los encontro lado a lado. Y solo cuando debieron separarse
por las responsabilidades de ella como Señora de los Barcos, fue cuando ocurrio
el primer gran desastre.
Las
imágenes de esa fatidica noche volvieron a aterrorizarlo en sueños.
Se mantuvo
horas entre el sueño, la pesadilla y pequeños momentos de lucidez, en donde vio
a su esposa sentada, velando por sus sueños, leyendo o contemplando el mar.
Queria
despertar, pero no podia. Queria sumirse en un sueño profundo y agradable, pero
tampoco podia. Y asi permanecio horas y horas.
Abrio los
ojos y pestañeo repetidas veces hasta acostumbrar sus pupilas a la luz de las
velas que, sobre candelabros de plata, iluminaban el camarote.
-
A
saber por que ha puesto velas? – se pregunto para si. Luego, penso que
seguramente seria para que la luz fuese tenue y no interfiriera con su
descanso. Shae. Siempre igual.
Se acomodo
un poco, pero una punzada de dolor le recordo por que estaba alli.
Era de
noche. O al menos no se filtraba claridad alguna por el ojo de buey. Aunque,
conociendo a su esposa, igual habia enviado a cubrirlos.
No sabia
muy bien cuanto tiempo habia transcurrido desde su rescate. Los dolores
continuaban recordandole la batalla y el naufragio. Pero parecian haber cedido
algo.
Miro
alrededor. Tenia hambre. Y sed. Seguramente habia dormido bastante.
-
Seguramente
me debe haber metido alguno de esos brebajes espantosos para que no me
despierte – murmuro entre dientes.
Miro la
mesa auxiliar proxima, ensamblada a la madera para que no se paseara por el
camarote en caso de una tormenta o simplemente de que el mar estuviese picado.
Y alli habia una campana de bronce.
-
Campana?
Luz del amanecer, esta mujer creera que voy a hacer sonar la campanita como si
fuera una noble confinada en apuros?
Rezongo
varias palabrotas, al tiempo que se destapaba. Con mucho dolor, pero con mas
determinacion se incorporo, hasta quedar sentado, para luego girar y bajar sus
piernas de la cama. Entonces, la puerta se abrio y vio a su mujer, que le
observaba con gesto admonitorio. La Tormenta iba a comenzar.
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