miércoles, 31 de mayo de 2017

De Jehrmien. Sueños de juventud.



Dormia perdido en recuerdos muy lejanos. Recuerdos de su infancia en el Azotador de Olas.
Era un joven inquieto y curioso. Y la viva imagen de su padre. Un gran Maestre de Cargamento que le alentaba, tanto a moverse y aprender, como a investigar sobre cada cosa que despertara su curiosidad.
A menudo su madre se enfadaba con el por incentivarlo. Aun asi, no habia nadie a quien Jehrmien admirara mas en su vida que a ese hombre. En todo sentido habia sido un ejemplo para el. Le habia enseñado a usar una espada y defenderse con ella, le habia enseñado todo sobre navegacion, sobre cartas y estrellas, sobre comercio y tratos mercantiles. Y sobre todo, le habia dado el mayor ejemplo sobre lo que era el Honor.
Su madre era una mujer dificil, con un carácter agrio y bastante estirada. No podia decir que ella no le amara ni que no le importara. Simplemente, preferia enfocar sus esfuerzos en sus hermanas. Claro, ellas podian encauzar, igual que su progenitora.
Asi que durante la infancia paso largas horas con su padre, aprendiendo todo de el, riendo y cantando, disfrutando la brisa del mar en su rostro, mientras sus hermanas pasaban mitad del dia limpiando pescado y la otra, colgadas por los pulgares, o fregando alguna sentina, o cualquiera de esas cosas que las Detectoras mandaban a hacer a las pequeñas simplemente por no ser tan estiradas y agrias como ellas.
Oh, claro que habia sufrido castigos. Pero fueron mas bien pocos, porque entre los tantos aprendizajes que obtuvo de su padre, estaba el de ser astuto y no desafiar o discutir solo por testarudo. Algo que las mujeres jamas entenderian, y mucho menos cuando trataban entre ellas.
Antes de recibir su nombre de sal, ya habia viajado por todos los puertos confinados, e incluso su padre lo habia llevado a la remota Shara, en un viaje comercial que jamas olvidaria. Aun hoy, las imágenes de esa tierra extraña y fascinante por igual seguian vivas en su mente.
Mientras capeaba la adolescencia, volvio a encontrarse con Shaeira. Desde pequeños se habian visto en varias ocasiones, y siempre se habian sentido atraidos el uno por el otro. No en el sentido romantico, sino en la afinidad entre dos personas. Reian, jugaban, compartian historias y anecdotas. Leian libros y comian deliciosas confituras que venian del continente, mientras sus madres bebian vino y se bañaban juntas.
Y asi, cada separacion se hizo mas dificil y cada reencuentro fue mas y mas deseado.
Hasta que finalmente, se encontraron cuando Shaeira se iba convirtiendo en una mujer. Y ya no solo fue el gusto por las historias y la lectura, los sueños y las leyendas, sino que algo mas surgio entre ellos. Como los vientos huracanados en alta mar, esa pasion se convirtio en amor, y antes de que pudieran siquiera darse cuenta, se habian besado a escondidas de toda la tripulacion.
Al dia siguiente, al despedirse, estaban en la bodega con su padre, y este le pregunto sobre el asunto. Jehrmien enfurecio pensando que su padre lo espiaba, y este le hizo entender que un padre se da cuenta de esas cosas, porque ademas, tambien las ha vivido.
Reacio al principio, pero sin poder evitarlo, acabo por confersarle a su padre lo que sentia por Shaeira, y sus miedos de que ella tuviera la capacidad de encauzar, ya que en ese caso, seria imposible volver a verla por largos, largos años.
Cuando le llego la noticia de que Shaeira no podia encauzar y de que , ademas, habia recibido su nombre de sal, se sento frente a sus padres y les planteo franca y serenamente sus intenciones.
Pocos dias despues, llegaba finalmente al que seria su puerto seguro por el resto de su vida. La mujer estaba  muy triste por no poseer ningun vinculo con el poder, pero esa tristeza parecio mitigarse con la vision del joven atha’an miere que venia a consolarla. Dio vueltas un largo rato. Era intrepido y arreisgado, pero no cuando se trataba de mujeres. Finalmente, fue ella la que tomo la iniciativa, y sin mas le espeto
- Estas pidiendome casamiento, Jehrmien?  O solo estas boqueando como pez fuera del agua porque no tienes nada mejor que hacer.
La miro a los ojos, ese profundo y soñado estanque de color gris, y sin poder responder, solto una carcajada.
Shaeira le miro entre extrañada y molesta, con ese comportamiento estirado que toda Atha’an Miere que se sabe destinada al poder y al mando, exhibe.
- Te burlas de mi, idiota?
- No. Me rio porque eres tan perfecta que logras convertir mis momentos de debilidad en algo digno de recordar. Y si, quiero zarpar junto a ti hasta que el Padre de las Tormentas nos arrastre hasta el fondo de la Fosa de la Perdicion. Y aun asi, seguire aferrado a ti como remora al tiburon.
Entonces fue ella quien rio. Y las risas dieron paso a un abrazo que fue sellado con un tierno y prolongado beso. El primer beso de ambos a la luz del cielo.
Desde entonces, en cada paso, en cada tropiezo, en cada singladura y en cada naufragio, la vida los encontro lado a lado. Y solo cuando debieron separarse por las responsabilidades de ella como Señora de los Barcos, fue cuando ocurrio el primer gran desastre.
Las imágenes de esa fatidica noche volvieron a aterrorizarlo en sueños.
Se mantuvo horas entre el sueño, la pesadilla y pequeños momentos de lucidez, en donde vio a su esposa sentada, velando por sus sueños, leyendo o contemplando el mar.
Queria despertar, pero no podia. Queria sumirse en un sueño profundo y agradable, pero tampoco podia. Y asi permanecio horas y horas.

Abrio los ojos y pestañeo repetidas veces hasta acostumbrar sus pupilas a la luz de las velas que, sobre candelabros de plata, iluminaban el camarote.
-         A saber por que ha puesto velas? – se pregunto para si. Luego, penso que seguramente seria para que la luz fuese tenue y no interfiriera con su descanso. Shae. Siempre igual.
Se acomodo un poco, pero una punzada de dolor le recordo por que estaba alli.
Era de noche. O al menos no se filtraba claridad alguna por el ojo de buey. Aunque, conociendo a su esposa, igual habia enviado a cubrirlos.
No sabia muy bien cuanto tiempo habia transcurrido desde su rescate. Los dolores continuaban recordandole la batalla y el naufragio. Pero parecian haber cedido algo.
Miro alrededor. Tenia hambre. Y sed. Seguramente habia dormido bastante.
-         Seguramente me debe haber metido alguno de esos brebajes espantosos para que no me despierte – murmuro entre dientes.
Miro la mesa auxiliar proxima, ensamblada a la madera para que no se paseara por el camarote en caso de una tormenta o simplemente de que el mar estuviese picado. Y alli habia una campana de bronce.
-         Campana? Luz del amanecer, esta mujer creera que voy a hacer sonar la campanita como si fuera una noble confinada en apuros?
Rezongo varias palabrotas, al tiempo que se destapaba. Con mucho dolor, pero con mas determinacion se incorporo, hasta quedar sentado, para luego girar y bajar sus piernas de la cama. Entonces, la puerta se abrio y vio a su mujer, que le observaba con gesto admonitorio. La Tormenta iba a comenzar.

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