12 de Nesan, 998 NE
Dos semanas han pasado desde la noticia de la
desaparición de mi madre. Sí, la llamaré desaparición, porque no estoy
dispuesta a aceptar que ella haya muerto sin más, como si un pez se la hubiera
zampado de postre para la cena, aunque pudiera haber ocurrido. Estoy harta de
seguir en tierra, extraño el vaivén de las olas, sentarme en la cubierta y
sacar los pies por la borda para pescar (aunque me toque limpiar lo que pesco
después)… ¿Y no tolero que mi cumpleaños pase en la isla! Sí, hoy cumplo 14
años y desearía pasar un rato sentada en el mástil de popa para pensar, como he
hecho desde que cumplí 12.
He hablado con mi padre, le he preguntado el porqué
de rechazar a todo mensajero que llega a nuestro refugio con noticias de barcos
y, en lugar de responder, ha mirado hacia otro lado y me ha dicho que vaya a
recolectar plumas de guacamayo. ¡Cómo si
todavía fuera una niña! Pues no, querido
diario… no lo soy, y precisamente por no serlo, creo que mi padre, al igual que
yo, al igual que mis hermanas, tiene la secreta esperanza de que aún vuelva
madre y la espera cual confinado extraño a los océanos, a la sal, a la vida. Me
preocupa: se lo ve mayor, su entrecejo permanece arrugado, y las arruguitas que
había en la comisura de sus labios por su permanente sonrisa, solo son testigos
de que mi padre sabe, o sabía sonreír.
Lo que es yo, ando con un humor de horca asesina. Es
que ¡por los ocho mares! Sé que mi madre no desearía que permanezcamos en la
isla como confinados… me siento tan rara sin el vaivén del barco bajo mis pies…
Acaban de golpear la puerta, atenderé aunque mi padre
se moleste después, ya estoy harta de este refugio que se ha vuelto una prisión.
Ojalá sea un mensajero, ojalá nos traiga asignación de barco, ojalá debamos
partir hoy mismo, sin más dilación.
Más tarde:
Efectivamente era un mensajero, el mensajero de la
Señora de las olas del clan Takana en persona, el cual ha citado a mi padre a
presentarse en el camarote de la señora ahora mismo. Pobrecito, aún recuerdo su
mirada de “me las pagarás”; pero era necesario, mi padre está cambiado, y no
hay nada mejor que el trabajo para aplacar la tristeza, como decía madre.
Iré a preparar mis cosas, quiero pisar cubierta lo
antes posible, ahora vuelvo. Debo
empaquetar mis blusas, limpiar mi cadenita para que esté reluciente,
seleccionar los pantalones que me llevaré, etc. Eso es lo malo de un naufragio,
luego debes empezar desde cero, y decidir qué comprar, qué llevar, que dejar se
complica. Ramelia y Dangeria están en lo mismo que yo, así que no pueden
ayudarme… Y, de ser por mí, me lo llevaría todo. Dejaré mis muñecos adornando
la habitación del refugio, cada uno de ellos es un recuerdo importante, y
perderlos me dolería en el alma. Solo por suerte pude salvarlos esta vez, y no
quiero priorizar entre cosas necesarias y mis recuerdos de infancia.
Casi al anochecer:
Este ha sido un día agotador. Seleccionar mis
pertenencias ha sido aún más arduo de lo que creí. Pero luego de concluir, mi
padre volvió de su entrevista. Como resultado de mi audacia al atender al
mensajero, me he pasado la tarde buscando huevos de guacamayo para la cena, y
mi padre no me habló hasta que volví de recolectarlos.
Cuando entré al refugio lo encontré llorando, lo
abracé e intenté consolarlo; es extraño verlo llorar, él que siempre ha sido
fuerte… Me abrazó él también, y me dijo que lo habían castigado por salvarme a
mí y no a la Detectora, habiendo tenido la oportunidad de hacerlo: “Me han
dicho que mi pequeña es una debilidad, y que la misma es una mujer, por lo que
ya es hora de que siga su propio camino. Dangeria y tú os quedaréis en el
refugio un tiempo más, hasta que se os asigne un barco. Ramelia, que es famosa
por su paz y yo, hemos sido llamados a embarcar mañana por la mañana. Esto me
temía, pequeña, no deseaba estar sin ti o sin Dangeria… O sin Ramelia, que
podría haber sido el caso. Sois todo lo que me queda de vuestra madre, y ahora
os veré en contadas ocasiones”. Seguí abrazándolo, y traté de explicarle que
madre lo habría querido así, pero no encontré palabras para hacerlo. Mi audacia
destruiría a mi padre, al parecer. Sin embargo, sabía que había hecho lo
correcto: mejor separados en el mar y no confinados en la isla, que es hermosa,
pero no es lo adecuado.
Ahora, sentada en mi escritorio, mientras te cuento
mi anormal cumpleaños, suspiro y pienso en si los seanchan no se dan cuenta de
lo grabe que es atacar un barco para robarle su libertad a las mujeres del mismo;
si no notan toda la destrucción que provocan solo para convertir a una mujer
plenamente capacitada y poderosa en un animal, o en alimento para animal; si
hubiera estado más preparada… entonces no me habrían enviado a mi camarote y
habría podido luchar, tal vez madre estaría con nosotros y padre no habría
dejado su sonrisa en el medio de la mar, donde espero que la reencuentre.
Sin embargo, hay algo que no he dicho a nadie, algo
que temo sobre manera y que serás el primero en saber, querido diario, para que
quede a salvo y para que se sepa en el futuro. Ocurre que, aunque monstruosas y
detestables, cuando vi a esas mujeres, sentí una extraña afinidad con ellas:
como si las conociera de toda la vida, como si fueran Bereia, Ramelia o
Dangeria. ¿me hace esto malvada?
************
Dannahieri, sentada frente a su escritorio, se queda
atónita tras haber escrito dichas palabras en su diario; se la ve abstraída, sosteniendo
con la mano izquierda la pluma, que aún chorrea tinta, suspendida sobre lo
escrito y, en sus ojos siempre resueltos, traviesos y seguros, ahora hay
lágrimas y azoramiento.
De pronto ve la página manchada, lo que la trae de
vuelta a la realidad. Con la misma resolución de siempre, dibuja algo
intrincado con la tinta que ha caído sobre la hoja al pie de lo escrito,
espolvorea la página con arena, limpia la tinta y guarda la pluma en la
escribanía portátil que le regaló su padre cuando le encomendó escribir.
Suspira y se pone en pie para invitar a Ramelia a
tomar un baño cuando, repentinamente, le sobreviene un fuerte dolor de cabeza y
mareos, ¿sería fiebre? “Lo que faltaba –Piensa-. Mi cumpleaños no podía acabar
peor”. Sin pensarlo dos veces se mete en la cama, sabe que no tardarán mucho en
venir a buscarla para la cena, entonces le darán medicinas. Mientras tanto, en
lo que respecta a ella, ya podría deshilacharse el entramado por completo, siempre
que no la toque a ella; o mejor aún, ya podría destejerla, una atha’an miere de
cena para el entramado… Cualquier cosa con tal de no sentirse así.
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