- Algo no
va bien, Jehrmien.
El tono de
voz de la mujer lo puso inmediatamente en tensión.
Demasiados
años y aun mas tempestades capeadas juntos. Y jamás en todo ese tiempo habia
sentido ese vibrato intranquilo en su áspera voz.
-No puedo
negar que navegar de noche y entre esta niebla es inquietante, pero tampoco diría
que las cosas vayan mal.
Habían
cumplido el trato comercial cono el mercader confinado y entregado su valioso
cargamento en tiempo record. Y dada la importantísima información que habían recabado
a través de maniobras de reconocimiento con pequeños y rápidos Centella, habia
ordenado levar anclas sin hacer noche en la bahía de Ebou Dar.
Debían
regresar a Tremalking. Debían informar a Shaeira y esta, al Consejo. Debían
alertar a los Clanes. El enemigo se acercaba, y bloqueaba varias de las rutas
frecuentes.
-La niebla,
Jehrmien. Justamente la niebla es lo que no va bien.
Apoyadas
ambas manos sobre el barandal del puente de mando, el hombre giro la cabeza y
escruto el rostro de su interlocutora.
Relvana din
Shadaia, Destello de Luna, alternaba rápidamente la atención de sus negros ojos
de un banco de niebla a otro, con la barbilla tensa, las manos entrelazadas con
fuerza y su espalda recta como el palo mayor del Leyenda de Korain. Sabia que estaba
encauzando. No podía verlo ni sentirlo, pero lo sabia.
-Disipadla
entonces.
La
Detectora negó con la cabeza entre un tintineo metálico de cadena y medallitas.
Sus aprendizas, detrás de ella, se mantenían concentradas, pero ciertos
movimientos involuntarios delataban su nerviosismo, algo que no paso
desapercibido para el ojo entrenado del Atha’an Miere.
-Bueno, ya
esta bien con el suspenso Relvana, por las redes de mi abuelo. Que puede tener
de raro que haya niebla en las cercanías de ese condenado agujero?? – dijo al
tiempo que señalaba con sus enormes dedos las sombras de la capital de Altara.
Relvana lo
fulmino por el rabillo del ojo, pero no quito su atención de las aguas.
-Alrededor
de la Luna hay nubes negras, Maestro. Es un mal presagio – murmuro uno de los tripulantes de mayor edad, que
estaba situado a la izquierda de Jehrmien. Este resoplo con fastidio y extrajo
su pipa de uno de los bolsillos de sus anchos pantalones rojos.
-
Presagios? Supersticiones? Criaturas sobrenaturales? Contadme un cuento para
asustar a los niños amayar también.
-Cállate.
El hombre
estaba por encender la pipa cuando se quedo quieto, pasmado por la manera dura
y hasta grosera en que la Detectora le había hablado.
Estaba a
punto de responderle, y de recordarle su lugar, cuando la Navegante salto súbitamente
a escasos metros de el, descolgándose del palo mayor.
“Esta mujer
podría pasar por un mono sharani, si señor. Pero jamás tendrá la gracia y
talento de mi Shae”
Shae. Todo
este nerviosismo hizo que al pensar en
su esposa, sintiera algo que pareció… miedo?
-No veo un
jodido haz de luna, una maldita estrella ni nada a mas de 200 metros a la redonda,
Maestro. Tal vez deberíamos detenernos.
Jehrmien,
que no dejaba de mirar ceñudo a la Detectora aun, se vio obligado a centrar su
atención en la otra mujer.
-Hemos
navegado de noche incontables veces, Dermira. Y también con bancos de niebla
peores que estos. Claro que entonces Relvana se ocupaba de disiparlos, no de
mandar a callar a sus superiores.
La Detectora
no pareció escucharlo. O lo ignoro denodadamente, o ni siquiera estaba prestándole
atención.
-
Aun
así, Señor, si me permites, no veo como nos guiaremos sin estrellas, sin luna,
y sin punto de referencia alguno.
-
Por
todas las anémonas pegadas a la quilla, mujer! Estamos regresando a
Tremalking!! Podríamos navegar estas aguas con los ojos vendados y una mano
atada al pie contrario y aun así…
Las
palabras se le atragantaron, su mandíbula se relajo y la pipa cayo al suelo,
haciendo que tabaco y chispas produjeran un siseo al tocar la húmeda madera.
La Detectora
también siseó y la Navegante se puso a su lado con un catalejo en su ojo
izquierdo, tratando de escudriñar en la niebla, que se había vuelto mas densa y
ahora parecía rodearlos.
Jehrmien
entonces se acerco al tripulante y con las cabezas pegadas le dio unas rápidas
instrucciones, que el otro hombre se apresuro a ir a cumplir.
-La niebla
no es natural, Jehrmien.
-
Disipadla.
La Detectora
lo miro a los ojos por primera vez.
-Si hacemos
eso, quedaremos expuestas. La niebla puede ocultar peligros, pero también nos
oculta a nosotros.
-Disipadla-
respondió cortante el hombre.
- Jehrmien,
escúchame – la mujer lo cogió del brazo con fuerza – un encauzamiento de ese
nivel nos convertiría en un faro en el medio de la noche para…
Las
aprendizas se estremecieron ante las palabras de la mujer, quien las fulmino
con la mirada. El Maestro de Armas de los Atha’an Miere ignoro a las jóvenes y
sin quitar la vista de la espesa bruma, espeto:
-
Es
una orden, Detectora.
Un segundo
de tensión que pareció una hora.
Relvana asintió
silenciosamente, tras lo cual le hizo gesto a las mujeres que estaban detrás de
ella para que se pusieran a su lado. La Detectora no estaba de acuerdo con la decisión
del hombre, pero estaban en el mar, y una orden directa era todo lo que
necesito para actuar como se le ordenaba. A fin de cuentas los Atha’an Miere podrían
haberle enseñado disciplina a la mas severa Aes Sedai o a la mas estricta de
las Sabias Aiel.
En la
cubierta, los hombres se movían como hormigas de Cindaking en un día nublado,
cogiendo armas, desatando arneses. Todo en perfecto silencio, todo
perfectamente coordinado y ordenado, como él les había enseñado a lo largo de
dos décadas.
La
Navegante se dirigió al timón y se aferro a este en silencio. Las Detectoras se
cogieron de las manos y formaron una ronda alrededor de Relvana, quien a su vez
alzo sus manos al cielo con movimientos precisos y cortos, como un pescador
entrelaza los hilos de una nueva red.
Jehrmien se
llevo la mano derecha al pomo de su curvo sable, al tiempo que la izquierda cogía
un anillo que pendía de una cadena de oro en su cuello. Su sortija de
casamiento.
-Regresare
a ti, Shae. Mi puerto seguro. Mi vida- susurro quedamente.
Un viento
sobrenatural comenzó a girar en torno al Rasador. La niebla comenzó a
descomprimirse en jirones, para luego disiparse poco a poco. El rostro de la
Detectora parecía tallado en roca, mas sus ojos brillaban como nunca.
Todos
observaban a su alrededor, buscando algún punto de luz, alguna sombra que se
moviera, algo.
Pero no había
nada. Solo oscuridad y un silencio lúgubre que solo era quebrado por el sonido
de las olas chocando contra el navío.
Jehrmien soltó
la espada, aunque no la cadena y relajo el semblante.
-
Lo
veis? Solo noche y mar. No hay nada allí, mojarritas cobardes. Acaso escucháis
otra cosa que el acogedor silencio de la noche en alta mar??
Como
respuesta, y brotando de la propia
noche, decenas de escalofriantes chillidos llegaron hasta los oídos de todos
los Atha’an Miere.
El Maestro
de Armas alzo la vista al cielo, y ahora si se veía la Luna. Y esta se
reflejaba sobre esos aterradores lagartos voladores.
-
Bien,
este si es un mal presagio – mascullo para si
Luego, sin
mas comenzó a gritar ordenes y se dirigió
a la cubierta principal del navío.
El ataque había
comenzado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario