domingo, 21 de mayo de 2017

De Jehrmien. Tensión en la noche.





- Algo no va bien, Jehrmien.
El tono de voz de la mujer lo puso inmediatamente en tensión.
Demasiados años y aun mas tempestades capeadas juntos. Y jamás en todo ese tiempo habia sentido ese vibrato intranquilo en su áspera voz.
-No puedo negar que navegar de noche y entre esta niebla es inquietante, pero tampoco diría que las cosas vayan mal.
Habían cumplido el trato comercial cono el mercader confinado y entregado su valioso cargamento en tiempo record. Y dada la importantísima información que habían recabado a través de maniobras de reconocimiento con pequeños y rápidos Centella, habia ordenado levar anclas sin hacer noche en la bahía de Ebou Dar.
Debían regresar a Tremalking. Debían informar a Shaeira y esta, al Consejo. Debían alertar a los Clanes. El enemigo se acercaba, y bloqueaba varias de las rutas frecuentes.
-La niebla, Jehrmien. Justamente la niebla es lo que no va bien.
Apoyadas ambas manos sobre el barandal del puente de mando, el hombre giro la cabeza y escruto el rostro de su interlocutora.
Relvana din Shadaia, Destello de Luna, alternaba rápidamente la atención de sus negros ojos de un banco de niebla a otro, con la barbilla tensa, las manos entrelazadas con fuerza y su espalda recta como el palo mayor del Leyenda de Korain. Sabia que estaba encauzando. No podía verlo ni sentirlo, pero lo sabia.
-Disipadla entonces.
La Detectora negó con la cabeza entre un tintineo metálico de cadena y medallitas. Sus aprendizas, detrás de ella, se mantenían concentradas, pero ciertos movimientos involuntarios delataban su nerviosismo, algo que no paso desapercibido para el ojo entrenado del Atha’an Miere.
-Bueno, ya esta bien con el suspenso Relvana, por las redes de mi abuelo. Que puede tener de raro que haya niebla en las cercanías de ese condenado agujero?? – dijo al tiempo que señalaba con sus enormes dedos las sombras de la capital de Altara.
Relvana lo fulmino por el rabillo del ojo, pero no quito su atención de las aguas.
-Alrededor de la Luna hay nubes negras, Maestro. Es un mal presagio – murmuro  uno de los tripulantes de mayor edad, que estaba situado a la izquierda de Jehrmien. Este resoplo con fastidio y extrajo su pipa de uno de los bolsillos de sus anchos pantalones rojos.
- Presagios? Supersticiones? Criaturas sobrenaturales? Contadme un cuento para asustar a los niños amayar también.
-Cállate.
El hombre estaba por encender la pipa cuando se quedo quieto, pasmado por la manera dura y hasta grosera en que la Detectora le había hablado.
Estaba a punto de responderle, y de recordarle su lugar, cuando la Navegante salto súbitamente a escasos metros de el, descolgándose del palo mayor.
“Esta mujer podría pasar por un mono sharani, si señor. Pero jamás tendrá la gracia y talento de mi Shae”
Shae. Todo este nerviosismo hizo que al  pensar en su esposa, sintiera algo que pareció… miedo?
-No veo un jodido haz de luna, una maldita estrella ni nada a mas de 200 metros a la redonda, Maestro. Tal vez deberíamos detenernos.
Jehrmien, que no dejaba de mirar ceñudo a la Detectora aun, se vio obligado a centrar su atención en la otra mujer.
-Hemos navegado de noche incontables veces, Dermira. Y también con bancos de niebla peores que estos. Claro que entonces Relvana se ocupaba de disiparlos, no de mandar a callar a sus superiores.
La Detectora no pareció escucharlo. O lo ignoro denodadamente, o ni siquiera estaba prestándole atención.
-         Aun así, Señor, si me permites, no veo como nos guiaremos sin estrellas, sin luna, y sin punto de referencia alguno.
-         Por todas las anémonas pegadas a la quilla, mujer! Estamos regresando a Tremalking!! Podríamos navegar estas aguas con los ojos vendados y una mano atada al pie contrario y aun así…
Las palabras se le atragantaron, su mandíbula se relajo y la pipa cayo al suelo, haciendo que tabaco y chispas produjeran un siseo al tocar la húmeda madera.
La Detectora también siseó y la Navegante se puso a su lado con un catalejo en su ojo izquierdo, tratando de escudriñar en la niebla, que se había vuelto mas densa y ahora parecía rodearlos.
Jehrmien entonces se acerco al tripulante y con las cabezas pegadas le dio unas rápidas instrucciones, que el otro hombre se apresuro a ir a cumplir.
-La niebla no es natural, Jehrmien.
- Disipadla.
La Detectora lo miro a los ojos por primera vez.
-Si hacemos eso, quedaremos expuestas. La niebla puede ocultar peligros, pero también nos oculta a nosotros.
-Disipadla- respondió cortante el hombre.
- Jehrmien, escúchame – la mujer lo cogió del brazo con fuerza – un encauzamiento de ese nivel nos convertiría en un faro en el medio de la noche para…
Las aprendizas se estremecieron ante las palabras de la mujer, quien las fulmino con la mirada. El Maestro de Armas de los Atha’an Miere ignoro a las jóvenes y sin quitar la vista de la espesa bruma, espeto:
-         Es una orden, Detectora.
Un segundo de tensión que pareció una hora.
Relvana asintió silenciosamente, tras lo cual le hizo gesto a las mujeres que estaban detrás de ella para que se pusieran a su lado. La Detectora no estaba de acuerdo con la decisión del hombre, pero estaban en el mar, y una orden directa era todo lo que necesito para actuar como se le ordenaba. A fin de cuentas los Atha’an Miere podrían haberle enseñado disciplina a la mas severa Aes Sedai o a la mas estricta de las Sabias Aiel.
En la cubierta, los hombres se movían como hormigas de Cindaking en un día nublado, cogiendo armas, desatando arneses. Todo en perfecto silencio, todo perfectamente coordinado y ordenado, como él les había enseñado a lo largo de dos décadas.
La Navegante se dirigió al timón y se aferro a este en silencio. Las Detectoras se cogieron de las manos y formaron una ronda alrededor de Relvana, quien a su vez alzo sus manos al cielo con movimientos precisos y cortos, como un pescador entrelaza los hilos de una nueva red.
Jehrmien se llevo la mano derecha al pomo de su curvo sable, al tiempo que la izquierda cogía un anillo que pendía de una cadena de oro en su cuello. Su sortija de casamiento.
-Regresare a ti, Shae. Mi puerto seguro. Mi vida- susurro quedamente.
Un viento sobrenatural comenzó a girar en torno al Rasador. La niebla comenzó a descomprimirse en jirones, para luego disiparse poco a poco. El rostro de la Detectora parecía tallado en roca, mas sus ojos brillaban como nunca.
Todos observaban a su alrededor, buscando algún punto de luz, alguna sombra que se moviera, algo.
Pero no había nada. Solo oscuridad y un silencio lúgubre que solo era quebrado por el sonido de las olas chocando contra el navío.
Jehrmien soltó la espada, aunque no la cadena y relajo el semblante.
-         Lo veis? Solo noche y mar. No hay nada allí, mojarritas cobardes. Acaso escucháis otra cosa que el acogedor silencio de la noche en alta mar??
Como respuesta, y brotando de la  propia noche, decenas de escalofriantes chillidos llegaron hasta los oídos de todos los Atha’an Miere.
El Maestro de Armas alzo la vista al cielo, y ahora si se veía la Luna. Y esta se reflejaba sobre esos aterradores lagartos voladores.
-         Bien, este si es un mal presagio – mascullo para si
Luego, sin mas comenzó a gritar ordenes  y se dirigió a la cubierta principal del navío.
El ataque había comenzado.


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