13 de Nesan, 998 NE
Que cosas, querido diario, que cosas… Ni imaginas
desde donde estoy escribiendo… Bueno, ni yo lo asimilo todavía, pero ahora
comprendo lo que mi madre siempre decía,
eso de que la litera no era buena
consejera, y que si había fuerzas, voluntad y o firmeza, había que salir de
ella e izar las velas de la propia vida, para que los vientos que en esta
soplaran fueran propicios, y te guiaran a una buena singladura y tuvieras mares
en calma y puertos seguros. Así resultó ser con Andaia y con Bereia, así con
Ramelia, así con mi madre, antes de su desapa… de su muerte.
Sí, me has oído bien, su muerte. La señora de los
Barcos dice que es muy probable que ya esté muerta, y que más me vale aceptar
la realidad…, algo así dijo, la cabeza no me dejaba pensar y… estoy toda enredada,
y supongo que no entiendes nada. Empecemos otra vez:
Me levanté por la mañana dispuesta a despedir a mi
padre, a verlo embarcar por primera vez sin mí. El día comenzó con sentimientos
encontrados: por un lado estaba feliz de la suerte de mi padre, que al fin
embarcaría y tendría algo más en que pensar, y no solo se quedaría con el
recuerdo de mi madre, viviendo cual amallar en la isla. No, como amallar no,
viviendo como confinado, porque los amallares al menos aman el mar y el agua,
pero de una forma extraña. Por otro lado estaba, y aún me encuentro solo un
poco triste; me quedo sola por primera vez en toda mi vida, sola sin mis
padres, quiero decir. Y eso de que Ramelia vaya con papá… ¡no es justo que ella
pueda cuidar de él y no yo! Yo soy su favorita, por mí daría la vida… y por eso
sé que es lo mejor que embarque sin mí esta vez, aunque sea triste. La Señora
de los Barcos ha dicho que tal vez me permita despedirme de él, y así sabré
como le sienta una nueva singladura.
En el camino nos cruzamos con la Señora de los Barcos
en persona… la misma, con sus pendientes
y medallones, ¡Qué maravilla eso de llevar tantos! Eso de tener tanta
responsabilidad y tanto poder, eso de ser tan firme para poder cargar con todo
eso, de ser útil a todo nuestro pueblo... Sentí mucha admiración al verla. Intenté
acercarme a ella, ¿Cuándo volvería a cruzarla en mi camino? No durante mucho,
mucho tiempo. Sin embargo el entramado tenía otros planes para mí: no sé por
qué, me mareé y me afiebré, igual que la noche anterior. Son males tan
pasajeros, vienen y van como las olas; pero estos son tan dañinos como las
mareas.
Como yo no tenía idea de que volvería a enfermar (estaba
segura de que me había insolado recolectando huevos de guacamayo), me levanté a
ver a mi padre embarcar: desperté bien, nada me dejaría en la litera… en la
cama del refugio, durmiendo hasta tarde como confinada. Acá madre me
reprendería, diría que no tengo idea de qué haría una confinada a esta hora;
pero supongo que una que estuviera enferma se quedaría en la lite… en la cama,
¿por qué las cosas cambian de nombre fuera del barco?
El caso es que, ya en el puerto, justo ante el
Jendai, me quedé tirada como pichón de gaviota que no aprendió a volar a los
pies de la Señora de los barcos en persona, y ella me levantó del suelo, ¡y me
hizo embarcar en el Jendai!
¿Cómo podría estar triste con algo así? Lo intento,
estaré lejos de mi padre… Aunque él estará bien, y yo me quedaré acá en el
Jendai, en mi primer singladura. Este es un barco enorme, y no puedo esperar a
que me dejen salir de la litera para poder explorarlo. Me han dicho que debo
quedarme acá un tiempo, porque si bien los dolores y la fiebre pasaron no bien
hablaba con la Señora de los Barcos, esta era tal que me dejó tirada a sus pies…
Es frustrante estar enferma; pero nadie ha dicho que no podía escribir, y
espero que, al verme haciéndolo, se den cuenta de que estoy bien y me dejen
explorar de babor a estribor, por toda su eslora.
Me pregunto si la Detectora del Jendai sabe curar,
porque una grumete que comparte camarote conmigo me ha dicho que tal vez
enviarían a la Detectora para que me examine, pero cuando le he preguntado por
qué lo harían, se ha reído misteriosamente y me ha dicho que yo debería
saberlo, si es cierto que soy una din Jareb; que esa enfermedad es común en
ellas; luego se ha ido y me ha dejado pensativa. ¿es que acaso nosotras tenemos
alguna especie de enfermedad hereditaria? A veces me habría gustado que madre
me enseñara más sobre nuestra familia, más sobre los barcos, más sobre el
poder. Pero cada vez que le pedía que me enseñe, me respondía que tendría tiempo
de aprender todas esas cosas en singladura; que tuvo una amiga a la que quiso
mucho, a quién sus padres le enseñaron de todo desde muy pequeña, la que se
llevó una decepción tal por no poder encauzar; y que ella había repetido ese
mismo error con Andaia y Bereia, y que la luz había querido que lo que ellas
deseaban fuera a la inversa, y que Bereia encauzara en lugar de Andaia. Culpa
de las gemelas y de anda a saber qué amiga, querido diario, ahora resulta que
debo ser objeto de burla de grumetes desconocidas, y no saber absolutamente de
nada…
Madre me volvería a reprender ahora, seguro me
castigaría por no estar agradecida de lo que el entramado a tejido para mí.
Diría que antes de mi primer singladura sería la joven más disciplinada que ha
pisado algún barco atha’an miere; y que mi constancia y mi curiosidad me
llevarían lejos, si y solo si dejaba que el entramado tejiera a su antojo el
hilo de mi vida, sin que yo lo frustrara.
Mamá… si supieras cuanto la extraño, querido diario, si
supieras cuánto extraño que me castigue y luego de terminado el castigo se bañe
conmigo para hablar de lo que he aprendido en el mismo; sus enseñanzas, duras
pero claras, su amor, su firmeza, su entereza al rolar los vientos en las más
duras rachas en las tormentas más furiosas… la unidad que sentían todas sus aprendizas,
no solo mis hermanas; mi madre era formidable, formidable como hay pocas, y yo
seré como ella. Trabajaré duro de ahora en adelante, para que, si estuviera
viva, se sintiera orgullosa de mí, así como de Andaia y Bereia, que son grandes
y fuertes en el Abismo de Sal, la Centella que juntas gobiernan.
Creo que ha llegado el momento de dejar de llorar por
lo injusto que es todo, mi furia porque las cosas no son como quiero debería
ser empeño para que lo sean y no lágrimas, diría madre, y creo que tiene razón.
A partir de ahora, cuando deba decidir, tendré en cuenta sus consejos, creo que
es la mejor forma de honrar su memoria; y, si la luz quiere, tal vez pueda
encauzar y, si es así, lo aprenderé todo, desde como despejar el cielo y hacer
que nieve, hasta invocar rayos, aprenderé a curar, ¡a todo lo que esté en mis
manos! Para que esos malditos seanchan no se lleven a nadie más en mi
presencia. Esa será mi venganza si puedo encauzar y, de no poder hacerlo, me rodearé
de las detectoras más preparadas que haya tenido la isla para poder hacer todo
esto que he dicho. Ya verán esos seanchan con quién se han metido al provocar
la muerte de mi maravillosa madre. Me duele un poquito la cabeza otra vez, tal
vez no era tan mala idea que me quede aquí acostada. La luz quiera que todo
esto pase de una vez, así puedo disfrutar mi singladura. Hasta otra, querido
diario.
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