Bitácora del Jendai
Con vientos favorables arribaremos a
los Dedos del Dragón en breve. La costa de Tear se recorta brumosa a estribor.
Atravesar la aduana nos retrasará, como siempre. Estos engreídos confinados
creen que somos incapaces de navegar esas aguas sin la ayuda de sus estirados
pilotos. Podríamos atravesarlas con los ojos cerrados y colgando boca abajo del
mástil. No importa. Por lo demás, nada destacable a bordo.
Shaeira acaricia sin querer su
diario, que casi inconscientemente ha colocado junto a la Bitácora. Lo coge y
hojea, de pronto nostálgica, todavía preocupada por el estado de Jehrmien que,
aunque mejora, sigue bogando con esfuerzo entre el sueño inquieto y la confusa
vigilia. Lee:
5 del mes de Danu de 976 NE
Hoy se cumplen cuatro años desde que
recibí mi nombre de sal. Mi bautismo de mar de manos de mi madre, secundada por
Relvana. Estela Gris. Recuerdo ese primer sentimiento de incredulidad, cuando
madre lo pronunció y no pude comprender su significado. Yo esperaba algo más…
más, cómo decirlo, más épico, más, no sé expresarlo. Entonces Relvana me alzó
el rostro y fijó sus negros ojos en los míos. “¿Tú no eres consciente de lo que
puedes conseguir con tu mirada, Shaeira? ¿No te das cuenta de la huella que imprimes
a tu paso cuando nos dejas atrás después de habérnosla dirigido? ¿Sabes que
puedes ser una daga o una caricia de la más pura seda sharaní?” Sonreí, por fin
captando la amplitud del regalo que me otorgaban.
Luego se rompió todo el encanto de aquel día, cuando solo
dos después supe que no podía encauzar. Ahora miro atrás y comprendo cuán
infantiles fueron mis reacciones, aunque todo forma parte del aprendizaje en la
singladura de nuestra vida. A partir de ahí los acontecimientos se
precipitaron: el beso a escondidas con Jehrmien, que selló definitivamente la
atracción que sentíamos el uno por el otro, su alivio al conocer mi incapacidad
para encauzar porque ello suponía que no deberíamos alejarnos por tiempo indefinido,
la conversación de él con sus padres planteándoles la intención de solicitarme
en matrimonio. Su timidez para hacerlo, ¡que tuve que ser yo la que lo incitara
a hablar! Hasta que escuché sus hermosas palabras: “Y si, quiero zarpar junto a ti hasta que el
Padre de las Tormentas nos arrastre hasta el fondo de la Fosa de la Perdición.
Y aún así, seguiré aferrado a ti como rémora al tiburón.”
Hoy tomo el
mando del Leyenda de Korain, mi barco, mi hogar. Navegante gracias a la Luz, a
quien pido que ilumine mis singladuras y nos lleve siempre a buen puerto.
Evitando el
recuerdo del día de su enlace para no acrecentar la nostalgia, Shaeira se
encamina con ligereza hacia su camarote para comprobar el estado de su esposo.
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